Hanna lo había hecho, lo único que había prometido hacer, lo único que de verdad creía imposible algún día cometer. Desmond se sentía desecho, y a pesar de que ella se esforzaba por lavarse la culpa del cuerpo, le fue imposible descansar por días.
Estaba exhausta, es decir, estaba harta de pensar en mil soluciones, en mil respuestas, en lo mucho que había quebrado lo que evidentemente ya llevaba mucho tiempo roto, y en las grietas que ella había sumado para que ahora solo quedaran cenizas.
¿Cómo le explicaba a Desmond lo que había sucedido? y ¿Quería hacerlo, se merecía él que se lo explicase? Quiz no lo merecía, él la había orillado a ese camino, que ella lo hubiese tomado era mérito suyo. Además, ella era un alma libre, y según tenía entendido las cosas estaban en pausa entre ambos, ella tenía tanto derecho de explorar otras posibilidades como le fuera en gana, por eso había usado a Drake en primer lugar. Él debía saberlo. Desmond no tenía derecho alguno de enojarse.
Eso quería pensar; eso se estaba obligando a pensar con tal de no sentirse miserable como había estado sintiéndose los últimos días.
《Joder ¿Qué no ibas a hacerlo? ¿Esperas que me crea esa tontería? 》
¿Debía creerle aun cuando ella no se tragaba esa mentira? ¿Qué derecho tenía de exigirse lo? Ninguno, no cuando ella deseaba que la odiasen por ello.
Por más que Hanna intentó convencerse de estar haciendo lo correcto no lo logró, y como siempre su juicio fue saboteado por su corazón.
Comprendió que lo mejor era buscar ayuda.
(...)
El sitio era tan naturalista como recordaba, las macetas en la entrada, la puerta de Cristal, la vibra que se esparcía en el aire tan intrigante como solía ser. Siempre le había parecido abrumador la densa libertad que se sentía en ese lugar, contrario a su casa, al instituto y al consultorio del señor Coleman; estar en el "Hogar de sueños" de la señora Morgan, era como pasar la tarde en una caja de posibilidades.
Esa tarde Hanna decidió agendar una cita con ella, muy a su pesar tuvo que pedirle el número a su madre quien no dejó de mencionarle todos los beneficios que le traería esa reunión. Su doctor pensaba diferente, por todo lo que Hanna le había platicado de esa mujer, consideraba que la señora Morgan podía hacer de todo menos ayudar a la situación, necesitaba una mente más rígida que no temiera en reprocharle sus errores y hacerla entrar en conciencia, sin embargo, el señor Coleman no pudo hacer nada para evitarlo.
Hanna esperaba que, al entrar, algo hubiese cambiado, que el aire no la hiciera temblar de la manera en que lo hacía, pero todo seguía igual A cuando tenía 15 años. La mujer le abrió la puerta y la recibió con un abrazo fraternal, para su sorpresa demasiado íntimo, un abrazo que solo se les da a los buenos amigos de antaño; que para nada era la situación de ellas dos. Tanto tiempo sin verla y lo único diferente en ella eran unas pocas arrugas en su rostro.
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El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)
RomanceTras la reciente ruptura, Haden Desmond Huggle y Hanna Crawford experimentan el amargo sabor de la separación. Hanna es una mujer veinteañera que ha lidiado con insuficiencia cardiaca desde los 15 años; un marcapasos aguarda en su pecho controlando...