Capítulo 2: Los Crawford

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Hay quienes dicen que tienen la mejor familia de todas, yo no me atrevo a decirlo

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Hay quienes dicen que tienen la mejor familia de todas, yo no me atrevo a decirlo. Me encantaría ser ese tipo de hija que tiene genes de fotografía, pero no los tengo, y mis papás tampoco. Diría que somos todo menos perfectos.

No hay familia en el mundo que disfrute de nuestra compañía, y los entiendo.

Mi padre es muy difícil de tratar, la mayoría de las cosas divertidas le aburren. No es broma, si algo no le da dinero es una pérdida de tiempo, a veces siento que limita mi imaginación... Lo bueno es que es muy fácil de complacer, solo hay que evitar hablar sobre jóvenes, educación y política, porque no importa que seas el mismísimo presidente, se va a aferrar a ti hasta que pienses igual que él.

Mi mamá, es más comprensiva y espontánea, pero a veces... se pone antipática e insoportable con los invitados de papá. Detesta hablar con extraños. Prefiere charlar con sus amigas sobre celebridades y diseño de modas antes que escuchar a papá y sus amigos hablar sobre política o noticias.

Y no es que sea mala para esos temas, los entiende. Estudió finanzas antes de casarse con mi padre, y mi abuelo siempre la llevaba a ver los debates y foros de sus alumnos para evaluarlos, porque era muy buena dando argumentos. El problema es que es mala para fingir, y por lo general los amigos de papá son completos interesados que solo hablan por hablar, lo que significaba una incómoda e innecesaria discusión iniciada por mi madre. Suelen acusarla de falsa y pedante.

No muchos se ganan la confianza y oportunidad de tener una conversación con ella.

Por último, estoy yo, con el corazón roto, tan roto que un aparato controla cada uno de mis latidos, pensamientos, amigos y muchas veces mis vestidos.

Alguna vez de pequeña pensé que mi familia era ese modelo que todos querían seguir, de verdad. Éramos felices, o al menos eso aparentábamos, pero ahora... somos un completo desastre y no puedo negar que tengo parte de la culpa.

Tengo un marcapasos.

Es un implante, mi mejor amigo según Coleman—mi doctor—, que me pusieron a los 15 años y dejó una cicatriz espantosa a la vista, no es tan horrible... si la ves a doce metros de distancia parece pequeña.

Con los años le he visto los beneficios, gracias a él puedo saltarme los controles de detectores en el aeropuerto, lo cual es genial porque duran horas ahí... la realidad es que no puedo pasar por los detectores de metal, las interferencias pueden provocar mi muerte, o solo arritmias así que dicen que es necesario. En serio, me hacen llevar una tarjeta con todos los datos de mi aparato para enseñar en casos como esos. A mi mamá todavía le da miedo que suba elevadores.

Si, los beneficios son una mentira, pero necesito algo positivo de todo esto así que, aunque me cuesta crearlos me acostumbre a creerlos.

Nadie esperaba que la primogénita de Robert Crawford padeciese de problemas cardíacos. Los diarios lo decían todos los días, recuerdo escuchar los murmures de la prensa cuando salí del hospital, se esparcieron rumores de que tenía cáncer o alguna enfermedad de esas que vuelven la vida mierda en un segundo. Pero mi padre decidió dejar la noticia entre los más cercanos y los evito tanto como pudo. Las entrevistas, las primeras planas... todo lo que traería el hacerlo público.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora