Capítulo 8: Llamada

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En dos semanas todo se había olvidado

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En dos semanas todo se había olvidado. Los hechos acontecidos con los Huggle habían quedado en el pasado. Su padre algo contrariado le repartía trabajos por aquí y por allá para quitarse el peso de haber quedado tan mal con Garret Huggle. Su madre por el contrario estaba tan alegre de que su hija no tuviese que verse más con ese hombre tan desagradable, y al mismo tiempo, sentía lástima por la mujer y sus hijos.

¡Una vergüenza así debía estar carcomiendo la mente de la señora Susy!

En su casa no había discusiones en esta ocasión, la noche se les había ido de las manos. Tanto su padre como su madre aceptaban que sus actitudes no habían sido las mejores, el señor en ningún momento debió haber reaccionado de aquella manera, pero ella tampoco había acertado cubriéndolo entero de vino.

A Hanna el tema la traía sin cuidado, Cristóbal le mandaba mensajes por Instagram desde hace una semana atrás, pero sin ánimos de alegrar o molestar a nadie, decidió guardarse la información.

Al principio tan solo hablaban de lo mal que se sentía su madre por no poder solucionar las cosas; la había invitado incontables veces a pasar una tarde con ellos en la piscina del club, a comer por la tarde en la merienda o por la mañana en el desayuno, a bailar en eventos de su madre o a recorrer las orillas del jardín Merlot cercano a su casa; pero ninguno le llamó demasiado la atención para asistir.

Él era tan insistente por saludarla al menos una vez al día, que a ella no le quedaba más que ser cortés. Era un chico muy lindo y muy atrevido cuando se lo proponía. Le mandaba indirectas muy a menudo entre frases o entre fotos, algunas veces no podía evitar pararlo de tajo con demasiada honestidad, no estaba interesada en tener esa relación.

Después de unos días, en lo único que podía pensar era en conseguir el número de Desmond, quería agradecerle por cómo la defendió, pero sobre todo, deseaba entender lo que quiso decir al irse. Por cómo le había soltado lo de "gusto cuestionable" había malentendido y asumido que Haden gustaba de ella.

¿Le gustaba?

En su mente, la idea de sostenerlo de la mano vagaba junto a otras tantas en donde aparecía él como protagonista.

¿Por qué había decidido protegerla del cuerpo de su padre?, era evidente que fue error suyo.

¿Por qué se había tomado la molestia de levantarse y apresurar el paso? ¿Por qué pararse frente a ella cuando sus padres se encontraban demasiado cerca como para hacerlo? ¿Por qué Cristóbal no había optado por hacerlo y porque no podía sacarse de la mente esos penetrantes ojos negros?

Lo recordaba a la perfección: sus manos sosteniendo de su barbilla, con esas corrientes tan electrizantes recorriendo le la nuca y esparciéndose por su cuerpo. Sus manos ásperas, manos de un hombre que había elegido alzar la voz por ella, manos que había estado sintiendo aún pasado los días. Su mirada fija, enmarcada por sus pobladas cejas. Sus ojos tan brillantes, imposible dejar de mirarlos. Aún en la negrura de la noche, su pulso se aceleraba involuntariamente al pensarlo.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora