Capítulo 27: Silencio

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¿Cómo podía una persona ser una y ser otra al mismo tiempo? ¿Cómo podían jugar a ser una cuando claramente eran la otra? ¿Cómo podían...mostrar ambas caras y ser tan iguales...tan similares, tan siniestras?

Ella no lo entendía, quizá fue una de las razones por las que decidió finalizar su relación porque, aunque ella también tenía una segunda cara, la de él se había dedicado a engañarla, la de ella solo se estaba escondiendo.


Hanna bebía de su botella con ansias, sus manos sudorosas resbalaban en el plástico, aferrándose al agua que entraba por su garganta con mesura. Su cabello, desarreglado se extendía por su frente, por más que intento enlazarlo en lo alto, algunos cabellos rebeldes se deslizaban vándalos hacia adelante obstaculizando toda su visión.

Hizo amago de levantarse, más tuvo que volver a su posición original. Con una de sus manos sostuvo su peso sobre su rodilla, y con la otra llevó la botella a su boca con prisa.

El ejercicio la ponía así, descontrolaba su respiración como nadie más, le hacía sentirse tan vacía por dentro; la sensación del profundo espacio dentro de su cuerpo le duraba unos largos minutos. Ni siquiera Desmond en sus más desenfrenados besos tenía tal efecto.

Lo único capaz de quitarle ese nudo en la garganta era un buen trago de agua, o al menos eso era lo que se había obligado a pensar con tal de encontrar alivio. Tomar agua y tranquilizarse, contar hasta diez y hasta veinte si hacía falta, hasta que su corazón afligido se calmara lo suficiente para poder ponerse de pie.

Coleman le había permitido ejercitarse siempre y cuando no se excediera, claramente debía tener más cuidado, sin embargo, a pesar de ese atropello en su pecho aún necesitaba otro trote en la caminadora, por lo que sintiéndose más estable, se puso de pie con precaución.

Una vez en paz, se dirigió al aparato y reinicio su caminar, esta vez en una velocidad moderada.

Había algo en esa máquina algo que no había encontrado en otro lugar. Silencio. Silencio y espacio para sí misma.

La llenaba de serenidad caminar tan despreocupadamente, sus pies se movían con sintonía hacia adelante, sus ojos juzgaban cada línea en el mapa que simulaba su recorrido; sus dedos taladraban con armonía el plástico debajo de ellos, se sentía en las nubes.

Libre de cualquier acción, su cuerpo ocupado y su mente... ausente, ausente de cualquier pensamiento de cualquier idea de cualquier reproche de cualquier recuerdo...solo presente a disposición de sus piernas, una moviéndose tras otra, quemando consigo todo el peso de la semana, de los meses, de lo que había guardado con los años.

¿Por qué no lo había hecho antes? Estaba tan ocupada en nada, tan sosa; su cabeza vacía de prejuicios... ¡Que paz le daba pensar en nada!... Lo había necesitado tanto: un respiro de todo.

El sonido de tu alma (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora