Capítulo 23

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El primer fallo de la Junta: Mirta Bompart.

Emiliane Moreauwright. 

21 de noviembre de 2013.

Mansión Bleedwoods. 

5:34 p.m.

Tenía quince minutos intentando que Kaethleen me prestara atención sin ningún logro.

Dentro de cuatro días se cumpliría un mes desde que Kyal falleció, Kaethleen había perdido cualquier tipo de comunicación con todos, era como si estuviese presente y al mismo tiempo no, no lograba concentrarse en las conversaciones, parecía encerrada en su propia mente, lejana a lo que ocurría a su alrededor. 

Al igual que yo, no era de muchas palabras, pero conmigo no era así, todo lo contrario, solía hablar demasiado. 

Me encontraba a su lado izquierdo en el banco en medio de los pinos de su jardín. 

Sabía que la muerte de Kyal la cambiaría y le afectaría pero no de qué forma.

No era fácil sobrevivir a algo así después de todo.

Como su mejor amiga me había mantenido a su lado en los silencios, cuando lloraba a escondidas y necesitaba decir algo, pero esta vez no había rastro de nada de aquello. 

Ella solo miraba un punto fijo en la pared, ni siquiera parecía respirar. 

Diane al lado derecho de Kaethleen, miraba con atención cada movimiento que hiciera, la sobreprotege mucho incluso sin quererlo. 

El frío se colaba debajo del abrigo que llevaba.

Kaethleen cerró los ojos con fuerza durante un par de segundos y volvió a abrirlos con temor. 

Llevó uno de sus dedos a sus labios y mordió la cutícula de sus uñas mirando hacia abajo moviendo la pierna izquierda con rapidez. 

Le iba a decir que no lo hiciera, pero Diane se me adelantó quitando la mano de los labios de Kaethleen en un solo movimiento. 

—No, Kalee — dijo Diane — Es un mal hábito al igual que arrancarte la piel de los labios, los tienes destruidos.

Kaethleen asintió con la cabeza. 

Tomé el bálsamo de fresas que tenía en el bolsillo de mi abrigo y se lo tendí. 

Kaethleen lo tomó y lo aplicó en sus labios, sus manos temblaban. 

Me lo devolvió e intentó levantar la comisura derecha de sus labios, pero no logró sonreír. 

—¿Quieren ir dentro? — pregunté tiritando del frío.  

—Debemos esperar a los chicos — susurró Kaethleen. 

Me emocioné porque ella respondió a mi pregunta.

Busque su mirada logrando que sus ojos y los míos se observen. 

Sus ojos carecían de algún tipo de brillo, el rostro pálido, la nariz y mejillas rosadas por el frío le daban un aire de cansancio. 

—¿Tienes malos pensamientos? — pregunté. 

No sabía cómo llegar a lo que la hacía sentir mal, sin herirla por preguntar algo indebido. 

—¿Qué son malos pensamientos para ti? — preguntó en otro susurro. 

Me preocupaba que no alzara la voz. 

—Muchas cosas — dije —  La verdad te quería preguntar que si estás pensando cosas malas de ti. 

Decidí ser honesta. 

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora