Capítulo 26: Primera Parte

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"No es posible huir en este mundo del recuerdo y del remordimiento, el espíritu de las malas acciones nos acecha, tanto si nos arrepentimos como si no".

-Gilbert Parker.

Actualidad.

Cementerio de Tonnevill.

Carter Harrintong.

Ni siquiera los guantes en mis manos me cubrían del frío, las metí en los bolsillos del abrigo que tenía.

Me encontraba frente a la lápida de Mirta Bompart, estaba algo descuidada cuando había llegado, como cada año me propuse a limpiarla.

Luego de ir a casa para ducharme compré unas cuantas flores y las coloqué para que no se viera vacía.

Había hecho muchas cosas de las que me arrepentía, haber lanzado esa cerilla era la mayor de todas.

No recordaba ver a Mirta dentro de la cabaña hasta que Emiliane lo gritó, en ese momento me sentí estúpido y culpable, el sentimiento seguía bastante presente.

Por mi culpa Mirta no había vivido tanto como seguramente esperó, recordar sus gritos pidiendo ayuda y diciendo que no quería quemarse me consumía, oírla pidiendo perdón aún me aterraba.

Era igual que mi padre, igual que Matthew y Marie.

Me senté en el extenso columpio que colgaba del árbol, saqué mis manos de los bolsillos para tomar el vaso de café que había dejado al lado, dí unos cuantos sorbos mirando la cantidad de lápidas a mi alrededor.

Escuché un suave quejido femenino detrás de mí.

Emiliane quedó a la vista y se sentó a mi lado.

Dejó caer su cabeza en mi hombro sin decir nada.

-¿Cómo te sientes hoy por la noche?-
pregunté.

Deje el vaso de café en el suelo.

-No quiero ir al bosque - admitió.

Levantó su cabeza de mi hombro negando repetidamente.

Estaba asustada.

-Debemos ir -dije.

Hice un mohín con los labios.

Dudé en hacerlo, mis dedos quedaron temblando el aire.

Di un suspiro y tomé valentía.

Llevé una de mis manos a su rostro para acariciar su mejilla.

Emiliane tuvo escalofríos ante el contacto.

Sus ojos verdes brillaban por las lágrimas contenidas.

-Tengo miedo - confesó.

No sabía de qué manera retribuir confianza y valentía para que ella decidiera ir, y que estuviera concentrada.

Necesitaba a Emiliane hoy en la noche, necesitaba su inteligencia y sus capacidades, no podía permitirnos estar sin ella.

En un impulso a causa de la necesidad de hacerla sentir segura, tomé su rostro con ambas manos y deposité un beso en su frente.

Dejé ir mis manos de su rostro.

Tal vez me deje llevar por el impulso.

Emiliane me abrazó y rodeé su cuerpo con mis brazos para corresponderle.

-Todo estará bien - dije - Te aseguro que estaremos bien.

-¿Y si estamos en peligro y no logró salvarlos otra vez? - preguntó.

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora