Capítulo Final: Parte cinco.

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EL DESPERTAR DE EMILIANE M.

"Por personas externas me perdí a mí misma, y nada más. El encontrarse es un camino de protocolos propios, pero creo que todos tienen la misma promesa en medio, de jurar no perderse de nuevo por alguien más".

Emiliane Moreauwright.  

—Estoy cansada — murmuré. — Tan cansada de esto. 

Solo quería que se detuviera. 

Mi látigo eléctrico, como decidí apodarlo, rompió la mitad del auto en el que Nixton pretendió arrollar a Kaethleen y Carter. 

Solo quería un momento de paz. 

Me preguntaba si Carter se encontraba tan molesto como yo. 

Nixton intentó levantarse y volví a golpear en su dirección con el látigo. 

Lloraba, de impotencia, de ira, de dolor. 

Me sentía desvanecida. 

Y no quería enfrentarlo, no a él, realmente no valía la pena. 

Nunca entendería cómo me sentía, porque en sus palabras siempre estuvo el invalidar mis opiniones, reprimirme e incluso competir sobre quién la pasaba peor. 

Ya no lo tenía en mi vida, y no quería darle la importancia de enfrentarlo, porque para mí, su presencia era menos valiosa que eso. 

Aquello que le dijera no tendría importancia para él, no habría un por qué o una respuesta de su parte. 

Ocultó a una hija suya por años. 

Se camuflajeo entre el equipo de Matthew.  

Y siempre busco hacerme inferior, controlarme por hacerse sentir superior a sí mismo. 

Me di la vuelta mirando de reojo. 

Ayudé a levantar a Kaethleen.  

—¿Estás bien? — preguntó ella.

Yo asentí con la cabeza. 

Toqué las muñecas de Carter sintiendo su pulso y suspiré de alivio. 

Kaethleen lo arrastró detrás de la roca, y volví a darme la vuelta. 

—Te tomaste en serio lo de quemarlo todo — murmuró Kaethleen hacía Carter. 

La cantidad de odio que tenía dentro no era sana. 

La tristeza que me abarcaba comenzaba a pasarme factura física, me sentía cansada. 

Mentalmente y físicamente.  

Ni siquiera tenía energía para hacer algo que me haría bien. 

Me sentía demolida y mi único objetivo era sacar fuerzas para cubrir a mí mejor amiga. 

Nixton no volvió a levantarse y le esperé. 

Podría esperar el tiempo qué él quisiera para devolverle su ataque y ganar tiempo. 

No quería enfrentarlo verbalmente y pedir una explicación qué no me daría. 

Me veía obligada a hacerlo en combate, y eso realmente, también me daba lo mismo. 

Me sentía tan ajena e indiferente a lo qué ocurría qué me asustaba. 

Sencillamente, no lograba tomarle la importancia qué merecía. 

Por primera vez, el asunto no lo veía tan grave si me afectaba, se sumaría solo a la cantidad de cosas qué han logrado afectarme durante estas semanas, las más devastadoras. 

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora