Capítulo 43

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"La tragedia es una herramienta que aporta sabiduría a los vivos, no una guía para vivir

— Robert Kennedy". 

Kaethleen Bleedwoods.  

Mi corazón latía rápido. 

Mi mente era un remolino de voces y acontecimientos. 

Y había una voz, justamente la voz que hacía cuando me enojaba, la que me gritaba ahora por haber lanzado el porro por la ventana. 

Como consecuencia de la necesidad absurda a la que cedí, por ser débil para aceptar la realidad, mis labios y uñas sufrían, mi piel estaba irritada de tanto rasgarla, mis dedos temblaban y pierna no dejaba de moverse de arriba hacía abajo, respiraba lento a pesar de tener taquicardia, mis párpados se cerraban solo por un par de segundos hasta que recuperaba el control. 

Metí la pajita en la boca y la sostuve entre mis dedos bebiendo del jugo de naranja que me preparó la madre de Emiliane. 

Leer el libro que me dio Caleb, fue otra experiencia. 

Me habían obligado a leer ciento de libros donde me decían porqué si la hierba es medicinal me hace daño también, lo horrible que es la nicotina y lo letal que es el alcohol a pesar de ser legal. 

No me servieron, no me dijeron nada que no supiera ya y las razones que ellos repudiaban eran por las cuales yo consumía aquellas drogas. 

El libro que me dio Caleb fue narrado desde la perspectiva de un hombre que se hizo adicto a los cigarrillos y alcohol, desde que comenzó a hacerlo solo "por probar", cuando comenzó a usarlos para relajarse, cuando prendía con sus amigos hasta que no pudo soltarlos, los estragos que hizo en su vida, la cantidad de enfermedades que obtuvo, como se desgastó, y destruyó a quienes le rodeaban. 

Lo subestimado que estaba hacerse adicto al cigarrillo y el alcohol me resultaba patético. 

Por el simple hecho de ser legales, las personas lo reducían a casos menos graves con otros tipos de drogas. 

Ese libro me hizo odiarme, porque yo misma llegué a reducirme a ser solo la chica que fuma porros en su balcón, se embriaga cada vez que puede y fuma cigarrillos cuando no hay porros cerca. 

Leer lo que aquel sujeto hizo me molestó, porque leí como dañó a quienes amaba y quisieron ayudarlo, como lectora pensé que algo mal había en su mente, al alzar la vista del libro y ver a Lilieth y Caleb, me deteste a mí por caer, deteste al alcohol por ser legal, deteste a la hierba por poder recreacional y a los cigarrillos por conseguirse fácil.  

Pero a pesar de eso, me odié más a mí, por creer que yo misma solo podía ser una necesidad. 

Y mierda sí, las drogas legales o no son asquerosas, pero ser adicto a ellas te hace sentir desgraciado.  

No me importaba cuántas veces Rixton le había dicho hoy a su madre que le hacían sentir bien, mentía. 

Yo misma mentí, él mentía y cada puto adicto en el mundo era un mentiroso. 

Cuando estás solo, rodeado de sustancias, esperando a consumirlas para sentirte bien, no te sientes realmente bien. 

Nos convertiriamos en la persona que se distrae para no afrontar sus problemas. 

No podíamos pretender que esa distracción es sana cuando no lo es, ni la distracción, ni nosotros mismos somos sanos. 

Caleb pensó que la pajita en mi boca suplantaria la forma del cigarrillo, el jugo era solo para no succionar aire. 

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora