Capítulo 35

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“Los pájaros cantan tras la tormenta ¿por qué no va poder la gente deleitarse con la poca luz que les quede?
—Rose Kennedy."

Kaethleen Bleedwoods. 

El olor a lluvia invadía el ambiente, junto a el aroma de Theodore quién me observaba colocándose el saco, sonreí nerviosa. 

Se acercó en la cama y depositó un beso en mis labios, llevaba el cabello castaño despeinado, algo que no acostumbraba.

Ya casi anochece y si Baaltán le encuentra aquí se enojara– dije preocupada. 

Theodore suspiró con pesar. 

–Daría más de lo que no tengo para poder librarle de ese rufián, Mae– dijo.

–Lo sé– dije confiada de que era así. 

Me di la vuelta echando mi cabello a un lado, Theodore subió la cremallera de mi vestido y enlazó el lazo para terminar de amarrarlo. 

Volteé a ver las sábanas desordenadas con la timidez de vuelta en mi interior por lo que habíamos hecho. 

–Ya no quiero verme con usted a escodidas nunca más– dije– No quiero esconder como hace sentir, Theo. 

Theodore tomó mi barbilla entre sus dedos y depositó un beso suave en mis labios haciéndome retener el aire. 

–Si nos exponemos estará en peligro, no podría soportar la idea de que está en riesgo por causa de mi persona. 

Las lágrimas se acumularon de vuelta en mis ojos. 

–Es usted a quién amo, no me quiero casar con Baaltán, quiero estar con usted– gimotee.

Me vería obligada a romper las reglas familiares y casarme con Baaltán por el capricho de este, y no por desposar a el único hombre que he amado. 

Theodore tomó mis manos entre las suyas, me sonrió con la ternura que él sabía, necesitaba y me calmaría. 

–Usted también es a quién amo, y haré lo que sea necesario para que esté bien. 

Me aferre a la espalda de Theodore recibiendo el calor de su abrazo, el viento se agitó con suavidad y junto consigo el valle de flores. 

Theodore volvió a rozar nuestros labios en una pequeña despedida, que no se comparaba con la intensidad de horas anteriores.

–Ya debo ponerme en marcha, no quiero causarle ningún inconveniente– dijo separándose de mí. 

Asentí. 

–Yo he de emprender hacia el hogar de Katli, dijo que tiene malos augurios. 

Theodore se mostró intrigado. 

–Tenga cuidado, si Katli cree que hay inconvenientes han de ser mortales. 

Asentí sin tomar con mucha seriedad sus palabras.

–Soy un Guardián, señor Holmberg, no hay nada que vaya a ocurrime. 

Theodore arrugó el rostro disgustado.

–Que me llame Theo, y no señor Holmberg, señora Mae Preslov– sonrió mínimamente antes de continuar con su regaño– Y Katli Bleedwoods es la señorita más entrometida que existe, si ha de tener malas promesas es porque algo sabe. 

Los ojos celeste de Theodore ablandaron su disgusto, hizo una reverencia y fue hasta la ventana trasera.  

–Espero con ansias nuestro siguiente encuentro, Mae. 

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora