Capítulo 20

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"No puede entrar en razón, quién piensa de forma automática".

Ayn Rand.

Mina Harrintong.  

Logré encontrar a Kaethleen después de preguntarle a cada persona que la conoce dónde podría estar hoy. 

Al fin logré verla, estaba sentada en la banca de mármol del parque frente a la plaza central de Tonnevill comiendo una manzana. 

Tomé aire y me dirigí hacia ella, debía hacer esto y debía hacerlo bien. 

La verdad es que Kaethleen y yo nos parecíamos en una sóla cosa. 

Ser dependientes de lo que nos hace daño. 

—¡Hola, Kalee! — saludé con entusiasmo. 

—¿Qué tal, Mina? — preguntó. 

Sonrió, apretó sus labios.

¿Acababa de fingir esa sonrisa para mí? 

—Muy bien, ¿Y tú? — respondí con el mismo ánimo. 

—Bien — dijo.  

Me senté a su lado y volví a tomar aire, sabía que estaban indagando. 

Ya había pasado una semana entera desde que mi padre y los otros miembros de la Junta dejaron Tonnevill, éstos chicos parecían saber más que yo y eso era incorrecto de muchas formas. 

Entendía que no me dijeran, yo tampoco les comenté acerca de algo. 

Sólo necesitaba saber cuánta información tenían y asegurarme de qué no supieran más que yo. 

Había escogido a Kaethleen, porque parecía la más inestable de todos, aunque sin embargo sabía que debía ir con cuidado. 

Entre mis opciones tenía a Paxton por ser más manipulable y a Diane por ser tonta, pero si lograba llegar a la más frágil, podría crear un vínculo con ella y así seguir obteniendo información después. 

—¿Qué tal esta semana? — pregunté. 

Estaba buscando la mejor manera indirecta de encontrar lo que quería. 

—Como todas las semanas, ¿Y la tuya? — preguntó aunque no se veía muy interesada en saber acerca de mi semana. 

Eso me pareció grosero. 

Varias gotas de lluvia comenzaron a caer, pero no nos tocaban por el pequeño techo que cubría la banca. 

Kaethleen mordió su manzana y observó hacia arriba. 

—Bastante bien, hay mucha calma desde que Cameron se fue — dije. 

Quise hablar de ese tema en especifico para entrar en confianza. 

Las conversaciones paternales tenían que ser difíciles para ella, debía tocar alguna fibra sensible. 

—Me alegra por Carter — dijo. 

Sonrió con calma y luego carraspeó. 

—También por Ivone y por ti — dijo. 

Nada de lo que decía se escuchaba honesto. Kaethleen me parecía una persona falsa por ello. 

Sin embargo, me esforcé en continuar la conversación. 

—¿Qué tal les va sin Matthew? — pregunté. 

Opté por tomar su mismo tono de voz desinteresado. 

—Normal — dijo. 

—¿Cómo es normal? — volví a preguntar. 

Tonnevill: El legado de los 7. (Condenados 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora