Capítulo 38

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—¿Borja es padre de una niña? —Repitió Gavrel, su estado de shock no lo dejaba oír la respuesta de Zoe.

—Si, así como lo escuchas —Asintió ella con su cabeza.

Ambos estaban atónitos mirando fijamente el piso.

—¿Y no estaba enterado de su existencia? —Volteó a verla perplejo.

—Al parecer no.

El pelinegro se acercó rápidamente hasta la ventana de su oficina que daba al pasillo, para observar a través de la persiana a la niña que estaba sentada en una de las sillas del pasillo tratando de que no lo viera.

La pequeña, de alrededor de unos seis o siete años, tenía el cabello negro con dos trenzas. Era de tez blanca y sus ojos de color celestes. Se mantenía tranquila, ajena a la situación. Observaba a los alumnos de su misma edad correr frente a ella y se tomaba de las manos en todo momento. La señora, quien era su abuela, estaba sentada a su lado.

—Es idéntica a él —Murmuró Gavrel sin despegarse del vidrio —¿Ya lo has llamado?

—Fue lo primero que hice cuando la señora me lo dijo. Luego te llamé a ti.

Borja todavía no había llegado porque estaba en una reunión de trabajo y aunque quisiera ir corriendo para allí, no podía. Gavrel, por el contrario, llegó rápidamente como si del fin del mundo se tratara.

—Borja, ven a la escuela, hay una señora con una niña... —Dijo Zoe en el teléfono, no sabía bien cómo explicarle la situación.

—... ¿Y eso que tiene que ver conmigo? —Borja no comprendía a qué quería llegar.

—Y dice que la niña es tu hija.

Él se quedó en silencio. No esperaba escuchar eso.

—¡Eso es imposible! ¡Debe ser una tipa que quiere dinero! —Masculló negado.

—Borja, tranquilo. En cuanto puedas ven y lo arreglaremos.

No podía ser posible que tuviera una hija, era absurdo. De todas formas, indagó en su pasado.

—¿Cuántos años tiene?

—No lo sé... unos seis o siete años.

Borja pensó.

Emily.

La bailarina de dieciocho años que tomaba clases en la academia de su madre pero que no pagaba por ellas porque era de bajos recursos. Como Stella no quería que desperdiciara su talento, la hospedó en su hogar por un año y las clases corrieron por su cuenta.

Allí la conoció y tuvieron un amorío a escondidas, nada de otro mundo, Borja era un mujeriego y eso todo el mundo lo sabía. Pero, recordaba que con ella nunca se habían cuidado, así que el riesgo estuvo presente.

En realidad, Stella estaba al tanto de esa relación porque veía como su hijo mayor, en ese entonces de diecinueve años, se metía por las noches a la habitación de su inquilina sin cuidado alguno. Hasta que, por alguna razón desconocida para Borja, ella dejó el ballet y volvió a su hogar en Denver, Colorado.

Se negaba a creerlo, si tenía una hija, ¿Por qué nunca supo de ella? ¿Por qué Emily se la había ocultado?

Zoe no sabía que pensar y como sentirse al respecto, también era una sorpresa para ella.

Zoe no sabía que pensar y como sentirse al respecto, también era una sorpresa para ella

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Me quedaré contigo una noche más ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora