¿Qué pasaría si un día te das cuenta que lo que te han contado, no es la verdadera historia?
Zoe se crio entre secretos y ahora que ya es una joven adulta, ha creado los suyos propios.
Así es como llega a la ciudad de Nueva York para entrar a la Aca...
El verde que inundaba el patio trasero de su casa, estaba frente a ella.
Todo se veía muy cálido, debía ser por el sol del mediodía. A lo lejos, una niña de unos siete años, bailaba con mucha energía detrás de unas flores altas que dificultaban su visión.
Se acercó para averiguar quién era y de inmediato reconoció su vestido. El mismo vestido usaba cuando era pequeña y sabía perfectamente a quién le perteneció antes.
—¿Lucy?
La niña se giró y ambas se miraron.
—¡Vamos Zoe! ¡Baila conmigo! —Gritó alzando su brazo para saludarla. Se veía entusiasmada.
Corrió hasta ella para abrazar sus piernas. Zoe se inmovilizó. Examinó sus facciones, anonadada. Tenía el cabello rubio, largo y lo llevaba suelto.
Arrimó una mano a su mejilla y la tocó.
Era real, podía sentir la calidez y la suavidad de su piel.
—Sabía que vendrías —Dijo con dulzura —Te espere por mucho tiempo.
Abrazó con afecto a Lucy, su hermana mayor, aquella que nunca pudo conocer.
Su imagen estaba inmortalizada, su cuerpo seguía pequeño como en las fotos que sus padres guardaban y que a Zoe desde niña le agradaba mirar.
Veinte años que para Lucy no pasaron.
Se dejó llevar por el canto risueño que su risa desprendía y bailó junto a ella en una danza alegre, vivaz y mágica.
Hasta que despertó.
La puerta de su habitación se abrió bruscamente y Jane entró por esta.
—¡Arriba, arriba! ¡Hoy es el gran día! —Exclamó entusiasmada —Uy, eso ha rimado.
—Maravilloso —Susurró sarcástica.
—Me siento mejor que nunca —Sonrió con frescura —Vamos, prepara tus cosas. Quiero llegar temprano y saludar al jurado.
Eran notorias sus ganas de dejar una buena impresión no solo dentro de la audición, si no también fuera.
La rubia no tuvo más remedio que levantarse y alistarse para ir. Su amiga no le dio tiempo para procesar que había soñado con su hermana.
Por primera vez, la vio moverse y reír. Ya no era una foto enmarcada en la pared.
Ahora podía decir que tenía un recuerdo de Lucy, a pesar de que era ficticio.
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Gavrel prefirió despertarse antes de lo normal para llegar más temprano al teatro David H. Koch. Ese día sería la audición para su primera obra dirigida por él. Desde que entró a trabajar en la escuela de su madre como profesor, esperaba ese momento con mucha ilusión. Ansiaba poder darle su toque personal a la magnifica coreografía que tanto adoraba.
