Capítulo 35: Confianza ciega

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Hermione nos dedicó una sonrisa antes de saltar.

-¡Esta loca! - Dijo Ron observando como Hermione aterrizaba encima del dragón.

- De remate - Y dicho eso seguí los pasos de nuestra "amiga".

El inmenso animal dejó ir un chillido ensordecedor, mientras nosotros luchábamos por no caernos de su lomo. Este iba esquivando hechizos mientras intentaba deshacerse de sus cadenas.

- Reducto

El pobre animal, aun medio ciego, se hizo camino entre los escombros de Gringots. ¡Dios mío! Parecía que lo hacíamos todo a traspiés, solo íbamos improvisando, pero siempre lo habíamos conseguido, supongo que solo quedaba confiar.

***

Volamos alrededor de una hora, dejando atrás el cielo encapotado de Londres. Cuando conseguimos más estabilidad me situé cerca de Hermione, que de manera poco ágil se había colocado delante de las alas del dragón. La rodeé por detrás, solo en ese momento pude descubrirla temblando: siempre había odiado volar. La abracé, y noté como su cuerpo rígido se relajaba apoyando su peso encima de mi pecho.

- Mi valiente leona - Le susurré al oído.

- A veces no me siento así... aunque no lo parezca estoy aterrada.

- Ser valiente no es no tener miedo, mi amor, es estar acojonado y seguir adelante.

-Entonces tú eres el más valiente - Dijo sonriendo

-Todos lo somos, además yo tengo un motivo egoísta... Si no mato a este psicópata me mata él a mí, no es como que tenga alternativa.

- Entonces yo también soy egoísta. Solo quiero salvaros dijo posando sus manos encima de las mías, pues estas estaban rodeando su abdomen.

-¡Chicos! - Gritó Ron des de atrás- Deberíamos saltar, este bicho va a aterrizar.

- ¡¿Cuándo?!

- ¡¡¡Yaaa!!

Por unos segundos solo sentía que caía, notaba como la gravedad me llevaba hasta el fondo del lago. Un latigazo en la espalda me despertó del frio, sometiéndome a un dolor casi insoportable, y cada vez más familiar. Imágenes de Voldemort en Gringotts me inundaron, solo veía muerte.

- Ascendio

Busque desorientado a mis amigos. Pude ver la cabeza rojiza de Ron, este arrastraba a Hermione hasta la orilla.

- ¿Respira? - Dije acercándome a ellos.

- Si, pero esta débil, el frío y el shock de estos días... Necesita calor y alimentarse bien, y descansar de verdad. - Ron cogió la varita y lanzó un hechizo, en pocos segundos, Hermione estaba seca.

- ¡Harry! - Gritó levantándose de golpe

- Estás bien, estoy aquí.

- Demasiadas emociones para un día. - Dijo sonriendo

- Amor, escúchame, esto está siendo demasiado para ti. Sé que odias que te diga esto, pero deberías descansar, esto te está llevando al límite, tanto física como emocionalmente.

-¡No sigas por ahí Harry Potter! - Dijo furiosa - ¡Soy tan capaz como cualquiera!

- Hermione - Dijo Ron con paciencia - Nadie dice que no puedas, de hecho si alguien puede eres tú, pero estás agotada, desnutrida y...

-Prometo tomármelo con calma. Pero no podéis pedirme esto... Sin mí estaríais muertos - Dijo al borde de las lágrimas.

-¡No nos subestimes! - Dijo Ron fingiendo ofenderse.

- Prométeme que te cuidaras. - Dije dándole un beso en la frente - Y si hay cualquier tipo de confrontación quiero que te aparezcas en la casa de Tonks, en la Madriguera o en algunos de los refugios de la Orden. ¿Entendido? No pienso bromear con esto...

- Vale... Señor Gruñón - Dicho esto me beso en los labios. Estaban fríos, pero igual los había echado de menos.

***

- ¿Dónde está Dobby? - Esa pregunta se sintió como una punzada, nunca dejaría de dolor. -Pensé que estaría contigo. ¿Dónde lo dejaste?

- Está muerto. Bellatrix Lestrange lo mató.

-Lamento escucharlo. Me gustaba ese elfo. - dijo el señor Abelforth

Habíamos decidido entrar a Hogwarts por Hogsmade, pues todas las entradas al castillo estaban custodiadas por dementores y mortífagos. Allí encontramos a Aberforth, hermano de Dumbledore, miembro secreto de la Orden del Fénix, este había sido el que nos cuidaba a través del espejo de Sirius, también había enviado a Dobby a nuestro encuentro.

- Queremos entrar a Hogwarts.

- ¡Qué estupidez! ¡Eso sería un suicidio!

- Tenemos una misión. Es imperativo que entremos.

- Un trabajo agradable, supongo, bonito y fácil. El tipo de trabajo que un joven mago no cualificado realizaría sin demasiado esfuerzo, ¿verdad? - Dijo con cinismo

- Yo - no es fácil, no. Pero Dumbledore confió en mí.

- Eres un necio, no tenéis ni idea de lo que hacéis, sois solo unos niños... solo alguien como mi hermano os llevaría a una muerte segura.

- No hablé así de Dumbledore. Ese hombre...

- Parece que le tenías afecto chico, pero no sé si conocías bien a Albus. - Dijo sentándose cansado en una silla -¿te habló alguna vez de mí? ¿Te hablo de ella? - Dijo señalando el cuadro de una muchacha joven.

- Sé lo que le pasó a su hermana señor Abelforth - dijo Hermione - Siento su tragedia. Y le agradecemos su hospitalidad y que haya estado cuidando de nosotros. - Le dediqué una mirada a Hermione, como podía ser tan comprensivo con ese hombre, ¡había insultado a Dumbeldore!

- Mirad chicos, esto es una guerra perdida, solo traerá más muertes. Estáis cansados, y tu muchacha, tu magia es débil, no creo que puedas aguantar una guerra.

- No me importa que usted se haya rendido. Yo quería al hombre que conocí, confió en él.

¡Cien centellas! Eres Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora