Capítulo 41

39 2 0
                                    

Una Semana Después

La emoción me embarga como ninguna otra vez en mi vida. Fue una semana que se volvió eterna, los días parecían haberse convertido en años y los minutos en días.

Finalmente, se me ha cumplido el deseo y aquí estoy, preparándome una vez más, saboreando cada uno de estos últimos momentos.

Termino por recoger el cabello en un moño alto, algo desordenado. Compruebo frente al espejo de cuerpo entero que no haya nada fuera de lugar.

Llevo un vestido corto en color rojo manzana, tal como especificó en uno de sus habituales mensajes.

Es de tirantes gruesos y terciopelo, el cual se ciñe perfectamente a mi cuerpo; esta vez Sophie me prestó unos tacones cerrados nude y una cartera de sobre a juego.

En cuanto a los accesorios, opté por un collar de plata con tres capas y no ponerme aretes.

Un maquillaje sutil como siempre, sin nada en los labios más que un simple brillo con algo de escarcha.

Sonriendo como si me acabara de ganar una gran cantidad de dinero, tomo la cartera y apago la luz del cuarto, salgo, cierro la puerta y busco a mi padre en la sala.

En la tarde, se ofreció a llevarme y aprovechando la comodidad, acepté. Está viendo la televisión, sin embargo, gira la cabeza en mi dirección antes de que yo pueda emitir algún sonido.


- Que guapa, hija. Estoy celoso de ese amigo tuyo – comenta en tono jovial.

- No tienes por qué; tú siempre serás el primer hombre en mi vida – sonrío. Se levanta, apaga el televisor, camino hasta el y lo abrazo, dejando un beso en su mejilla.


Me rodea, casi dejándome sin aire. Qué bien se siente estar entre sus brazos, vuelvo a sentirme como una niña pequeña durante estos pocos segundos.

Una mocosa que corría cada rato libre a su regazo para que me leyera un cuento o para tomarle fotos con la cámara de juguete.


- Papi, no puedo respirar – comento para que me suelte.

- Lo siento, Christine. Me fui atrás del gusto – ríe, mientras nos apartamos.

- No te preocupes, me encanta cuando tenemos estos momentos padre e hija, aunque ya no sea una niña – sonrío.

- Para mí siempre serás una – me da un pellizquito en una mejilla.

- Bien, vamos. Supongo que no querrás llegar tarde a tu cita – tuerce el gesto teatralmente.

- Papá, no es una cita, solo una salida casual – acoto tras un bufido. Si tuviera conocimiento de lo que es en realidad, me sacaría del brazo, apuntando con una escopeta justo a la cabeza de Bastian.

- Sí, lo que digas – toma sus llaves y sale directo a la puerta.


Me despido de mamá y lo alcanzo en la salida. Esperamos el ascensor en silencio, cuando entramos solo hay una vecina algo mayor con su perrito rechoncho en brazos, nos saluda con una sonrisa que correspondemos.

El trayecto a planta baja es prácticamente un suspiro. Dejamos que la señora salga primero, tras ella, alcanzamos el vestíbulo, iluminado por la luz nocturna y las lámparas sencillas que penden del techo.

Espero a papá en la entrada mientras va por el carro. Alzo la mirada al cielo, apreciando las pocas estrellas titilantes que hay a esta hora.

Son tan lindas...quisiera un puñado para mí; sí es un acto egoísta y sí, son solo partículas cósmicas conformadas en parte por gas, sin embargo, soy soñadora y me gusta fantasear despierta.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora