Capítulo 10

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Pasado mañana pondré en marcha la siguiente fase de mi plan. Bastian vuelve a tener días libres; ¿a qué países habrá ido esta vez?

¿Habrá repetido alguno? ¿Qué carajo haces preguntándote eso, Christine? Deja de pensar en él como si fuera tu enamorado.

Cíñete al plan. Paso por paso.

El problema es que soy un pequeño barco pesquero, destinado a chocar con una ola de magnitud desconocida.

Cuya fuerza inimaginable amenaza con estremecerme, embestirme y hundirme en el agua, quedando nada de mis cimientos.


Bastian

Christine es como la luna: brillante, ilumina toda la inmensidad con tan solo una mirada. Tiene un corazón inmenso, ingenuo y bondadoso.

No dejo de admirar su imagen guardada en mi memoria. Desde que nos vimos, volví a sentirla tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo.

Quiero extender mis brazos y robársela al cielo.

Desde el balcón de una habitación de hotel con vistas a la Torre Eiffel, contemplo a la madre de las noches.

Hoy está en su fase de cuarto menguante. Ha salido para inspirar a algún pintor, escritor o poeta.

París es muy bonita, desde aquí parece que estuviera viendo una pintura suya, expuesta en el Louvre.

Quisiera poder compartir su magnificencia con cierta neoyorquina de ojos oscuros. Cada vez que salgo de viaje, ganas no me faltan de arrastrarla conmigo al avión.

Estoy consciente de que eso es con toda probabilidad, un comportamiento de cavernícola, el cual debo evitar a toda costa.

Pero, no puedo evitar desear y querer que esté aquí conmigo.

Ingreso a la habitación, me acuesto en la cama, boca arriba. Enfundado en mi pijama que consiste en un holgado pantalón.

Cierro los ojos, intentando que el sueño venga a mí. No obstante, mi cerebro decide que es el mejor momento para recordar a la mujer que perdí.

Necesito poner en orden mis emociones y sentimientos. Es todo muy caótico en mi mente, mi corazón sabe lo que quiere, pero no quiero meter la pata nuevamente.

Tengo que estar seguro de mis sentimientos, si la lastimo de nuevo, ella no lo soportaría.

No me quedaría de otra que desaparecer de su vida, esta vez para siempre. La verdad es que después de estos meses de terapia, no me veo estando con Christine simplemente por sexo, no otra vez.

No, me niego a tomar ese camino otra vez. Tanto esfuerzo y dedicación, tiempo invertido en ir a consulta, como para que vuelva a cometer las mismas chorradas.

Me levanto, necesito enfriarme, sino, no podré conciliar el sueño y en unas horas tengo que irme de aquí.

Voy al baño, abro la llave del lavamanos y me echo agua en la cara varias veces. Cierro y tomo una toalla, llevo la mullida tela hasta mi rostro para quitar las gotas de agua que se deslizan por la piel.

Tras dejarla en su lugar, apago la luz y salgo nuevamente a la habitación, iluminada solo por las luces de afuera y la luna.

Me tiendo boca abajo en la cama, concediéndome un nuevo minuto para dejar mis pensamientos libres respecto a esa chica.

Solo quiero declararle mi amor imperecedero y cabalgar juntos hacia la puesta de sol, felices, comiendo perdices.

Recorrer el mundo juntos, probar todas las comidas habidas y por haber.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora