Capítulo 31

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Me separo de Will y voy hasta él, tiene el ceño fruncido, su pecho sube y baja con cada resoplido.

No entiendo qué hace aquí, aún no es tiempo de que viniera... ¿o sí? Salgo del hielo, quedando frente a él; mis fosas nasales detectan su aroma exquisito al instante, haciendo que tarde en decir algo.

Un par de personas que pasan charlando animadamente por nuestro lado me sacan del letargo en el que estaba sumida, recuperando así lo que iba a decir.


- ¿Qué haces aquí tan temprano? Acordamos que sería a las dos y pensé que me esperarías en el auto, no que vendrías hasta la pista – digo con el rostro bañado de confusión, mirándolo a los ojos llameantes.

- Pensé que era mejor venir hasta acá viendo que ya era la hora y no estabas por ningún lado – habla con los dientes apretados.

- ¿Que ya es la hora? No puede ser...no hace mucho que chateamos – susurro. Bajo la mirada, haciendo memoria. Pone su celular frente a mí; la pantalla muestra la hora en grande...mierda.

- No puede ser, joder, se me pasó demasiado rápido. Lo siento – aprieto los ojos, escucho cómo suspira fuertemente. Los abro al segundo siguiente y vuelvo a observar sus movimientos, notando que guarda el aparato y coloca dos dedos sobre el puente de su nariz, tratando de calmarse.

- Eso no importa ahora. Quiero que me digas quién es ese tipo y por qué estaba a punto de besarte – alza la voz, señalando tras mi espalda. No hace falta que voltee, es obvio que habla de mi amigo. Trago duro.

- Baja la voz, estamos en un sitio público. Es un amigo y no estaba tratando de besarme – aduzco con incredulidad, ¿qué le pasa?

- Claro que sí, si no ¿por qué estaba tan cerca de tu cuerpo? Tenía su boca prácticamente sobre la tuya...si no llego, luego me hubiera comido su baba en el apartamento.

- Es solo un amigo, no estaba intentando nada. Solo me sostuvo porque casi caigo, si no hubiera sido por él ahora mismo tendría la cara ensangrentada –

- Vámonos – me toma del brazo, da media vuelta y me jala detrás de él. Me resisto; tiene más fuerza que yo, pero no pienso irme solo porque no le da la gana de escucharme ni entenderme.

- ¿¡Qué te pasa?! ¡No me voy! – grito. Consigo soltarme con un jalón, lo miro con toda la rabia que bulle por mi cuerpo repentinamente.

- Deja de gritar...estamos dando un espectáculo – murmura con la dureza suficiente para que lo oiga, oteando alrededor a los curiosos que se han quedado parados mirándonos.

- ¡No me importa! Además tú comenzaste – espeto entre dientes, poniéndole el índice en el pecho, con los ojos entrecerrados.

- Ya te dije que nos vamos – me toma de la muñeca con intenciones claras.

- ¡Te dije que no! - me quedo en mi sitio, aún a riesgo de que me disloque el brazo.

- Ya escuchaste...déjala en paz – abro los ojos al escuchar otra voz masculina detrás de mí.

- Tú no te metas...amigucho – le dedica un repaso de arriba abajo, con desprecio, como si fuera un pigmeo.

- Me meto porque es mi amiga y la aprecio mucho; debes aprender cómo tratar a una dama. Más si hay público en el área – me doy la vuelta y le hago señas con los ojos para que se calle, esto no va a terminar bien, lo presiento.

- Vienes a darme lecciones de educación...tú, que a la primera de cambio te aprovechas de la persona a la que dices llamar "amiga" – regreso mi vista a Bastian, quien me ha soltado y hace comillas con los dedos, alzando cada vez más la voz. Puedo ver la furia en sus ojos mieles, tiene la vena del cuello hinchada.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora