Capítulo 7

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Christine

El taxi me deja en la puerta del Auckland City Hotel; pago, tomo mis maletas y entro al lobby. Cuando llego a la recepción, un chico rubio de mirada amable me sonríe y da la bienvenida; abro mi mochila, saco el comprobante de la reservación, se lo entrego y procede a teclear en su computadora. Me pide que rellene unos cuantos datos y que lo remate con una firma, lo hago, me entrega la llave de la habitación y me explica los servicios que se ofrecen en cuanto a cafetería, restaurante, wi-fi y otras cosas generales del establecimiento, incluso me ofrece a un botones para ayudarme con el equipaje, pero gentilmente declino su proposición.

Cuando termina, le devuelvo la sonrisa y me dirijo al ascensor; este se abre y marco el piso que me indicó y que está marcado a tinta en el porta llaves; es el número 7. Se cierran las puertas y comienza el ascenso, es bueno saber que tendré vistas de la ciudad en los corredores...ideal para hacer algunas instantáneas nocturnas. Se abren las puertas, salgo y arrastro mis cosas por la estancia alfombrada y con calefacción. Agradezco que esté calientito aquí, porque afuera está muy fresco y con lo friolenta que soy, si no hubiera traído mi abrigo y ropa cálida...no sé qué podría ser de mí.

Llego al número 4, introduzco la tarjeta en la ranura y abro. Enciendo la luz, cierro la puerta con cuidado; avanzo hasta el centro y sonrío. Es pequeña, aunque igual no soy nada exigente cuando se trata de estas cosas, la decoración es sobria y elegante.

Hay una cama individual en el centro con sábanas blancas y almohadas grises, su respectiva mesita de noche con un teléfono y despertador, al lado izquierdo está el armario, en la derecha hay una ventana cubierta por una persiana, al frente hay un pequeño escritorio pegado a la pared con su silla y lámpara de lectura; en ese lado se encuentra la pantalla plana y más arriba el aire acondicionado; un poco más adelante del lado derecho y cerca de la puerta de entrada está una pequeña despensa con microondas, repisas con utensilios de cocina; debajo una pequeña estufa eléctrica, cafetera, un mini refrigerador y un fregador. Frente a todo esto, se encuentra el baño. Pongo las maletas junto a la cama; cojo el mando de la televisión, me siento en el lecho y la enciendo.

Después de pasar los canales sin prestar atención, encuentro uno donde están pasando una película de terror que he visto millones de veces: El Exorcista. Apenas está iniciando; apago las lámparas, me acomodo hasta estar totalmente acostada en uno de los bordes, tomo uno de los cojines y lo sostengo sobre mi pecho. Resultará contradictorio, pero soy fan de Disney y de los filmes de terror aunque luego no pueda dormir por estar escuchando ruidos y/o silbidos inexistentes en la habitación...me levanto un momento a llamar al restaurante para que me suban una hamburguesa vegetariana con extra queso y una botella de agua aunque no soy vegetariana ni nada de eso, después de indicarles el número de cuarto y la forma en que pagaré, cuelgo.

Estoy concentrada en la parte donde los sacerdotes están en la habitación con la niña, en medio de los rezos y eso...cuando escucho cómo tocan la puerta fuertemente. ¡Dios! Doy un salto, ahogo un grito y caigo al suelo, el cojín que tenía me amortigua de golpearme las costillas; corro a buscar la tarjeta de crédito, mientras le digo al que esté del otro lado que espere unos segundos. Temblando, abro y dejo pasar al chico con el pedido, lo deja en el escritorio bajo la televisión y le entrego la tarjeta con manos temblorosas, trato de ocultarlo pero es imposible; cobra fingiendo no ver mi nerviosismo me devuelve mi fuente económica y se marcha deseándome buenas noches. Cierro, guardo la tarjeta, enciendo las luces, llevo la bandeja a la cama, me siento y cambio de canal; siento cómo mi corazón sigue su danza macabra haciendo doler mis costillas, me llevo las manos al pecho para tratar de contenerlo.

Si sigo sobresaltándome así, terminaré con una enfermedad coronaria, igual que mi prima Sophie. Respiro unas cuantas veces y decido distraerme con la comida, observo la pantalla donde están pasando un documental sobre los leones en la sabana africana; me parecen unos animales tan hermosos y valientes. Defienden a sus crías con uñas y dientes, no importa si eso les cueste tener que dar su último aliento.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora