Capítulo 2

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Bastian

Maldita sea, ¿cómo carajo se te ocurrió hacer eso, imbécil? Acabas de joderla en grande. No sé por qué coño me siento así, ¿por qué hay un vacío en el centro de mi pecho?

¿Por qué arde? Duele, es como si hubieran vertido una botella completa de ácido sobre mi corazón palpitante.

Nunca antes lo había sentido, ni siquiera sé por qué está pasando. ¿Por qué no me puedo sacar de la cabeza su figura corriendo desesperada a través del aeropuerto?

Buscando una salida rápida a la bola de fuego que lanzé sin piedad en su dirección, sin siquiera pensarlo.

Tal vez lo hice porque yo también quise escapar, huir de su rostro hermoso y manía innata de alegrarme los días sin siquiera proponérselo.

Su presencia era como el agua de un manantial cayendo en cascada sobre mi alma: pura, fuerte, fría, pero con el poder de calentarme hasta hacerme sentir cobijado por una mantita mullida.

Un remanso de paz como el que describen en los libros, un motivo para sacarme una sonrisa en los momentos más inapropiados.

Delicada y con sus propios demonios que la acechan como el monstruo de las pesadillas, solo que en la realidad.

Ni siquiera fui capaz de recordar eso cuando la herí. ¿Y ahora sí? ¿Cuando ya hiciste el daño?

Bufo, un intento estúpido para acallar a mi cerebro implacable. Siento que no puedo respirar, el aire entra a mi cuerpo, sin embargo, es como si los pulmones se negaran a hacer su trabajo.

Mi corazón late, el mecanismo de siempre...eso no me hace estar vivo, correción: no me siento vivo. Estoy en un limbo extraño donde mi cuerpo actúa, realizando las órdenes del cerebro, pero mi consciencia ha escapado.

Hasta la camiseta azul y el pantalón deportivo negro que traigo me sofocando. Mis pies están fríos de tanto contacto con el suelo amaderado.

Me veo a mi mismo a través de una ventana: movimientos vacíos, repetitivos, monótonos, no hay pinceladas de color ni calidez; el Bastian adolescente asoma la cabeza después de su confinamiento hace tantos años.

- A ver, compadre. Cuéntame, ¿qué es eso que te trae tan decaído? Tú no eres así, creo que te falta algo de diversión. ¿Sí sabes a lo que me refiero? - comenta mi mejor amigo tras dejarse caer en el sofá frente a mí.

Bufo.

- No es eso lo que necesito. No tengo ganas de nada, no sé ni qué me pasa, mentira, sí sé lo que pasó. Me comporté como un auténtico imbécil con alguien que no lo merecía - lo miro seriamente, su rostro alegro cambia a uno serio drásticamente al captar mi tono.

- Soy todo oídos - cruza una pierna sobre la otra.

- ¿Recuerdas a Christine? La preciosa chica a la que llevaste aquella vez al aeropuerto? -

- ¿Cómo olvidarla? Tímida, pero eso solo hace resaltar su belleza - ruedo los ojos.

- Bueno, tuvimos un tiempo muy grato para conocernos y pasar momentos de calidad. Para no hacerte el cuento largo, se enamoró - enarca las cejas y me mira con pesar.

- Ay, hermano. Dime que terminaron, a pesar de los momentos súper deliciosos que pasaron - suspiro.

- Esa es la cuestión. Pude haber cortado tranquilamente, pero me ofusqué en el momento y la cité en el aeropuerto a mi regreso - omito detalles, hay cosas que ni siquiera mi mejor amigo debe saber.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora