Capítulo 28

64 2 0
                                    

En el taxi de vuelta a casa, sentada en la parte de atrás, con los ojos en el techo del auto, rememoro nuestra conversación antes de abandonar su morada:


- ¿Qué tal te sientes, Christine? – cuestiona mientras se coloca una camiseta negra.

- Bien, supongo – contesto en un suspiro.

- Bien nada. ¿Sí sabes a lo que me estoy refiriendo, no? ¿Hay algo que quieras decir, quejarte? – acota con una ceja levantada, mirándome por encima del hombro.

- Si lo que quieres saber es si disfruté, pues sí. No soy de las que van fingiendo, pero en realidad sí tengo una duda – digo de corrido, me cuesta hablar abiertamente de sexo; paro de arreglarme la parte superior del vestido, junto los labios.

- Tú dirás, te escucho – siento la cama moverse y en un segundo lo tengo agachado frente a mí, con las manos en mis piernas. Suelto otro suspiro y alzo la cabeza, cierro los ojos, no quiero decirlo, pero es necesario.

- Anoche...en la cocina, pues...ya sabes, nos ganó el desenfreno y no utilizaste protección. ¿Qué tal y si.... Lo miro con gesto atribulado; me interrumpe colocando un dedo sobre mis labios.

- No hay de qué preocuparse. Tomas la píldora, no hay más – me mira atentamente, traspasándome con sus panales cristalinos.

- ¿Seguro? Debí haber dicho que no, pero...Dios, ya es tarde para lamentarse. Que no vuelva a ocurrir, así nos ahorramos momentos engorrosos para ambos – lo señalo con el índice, sonríe, acariciándome una pierna con el pulgar, de abajo hacia arriba.

- ¿Alguna otra cosa? – niego con la cabeza, distraída con sus sutiles caricias.

- Si estás tan segura...por mi parte debo decir que todavía no vas a salir de aquí –

- ¿Ah no? Pues lamento informarte que sí y tú tienes que trabajar – intento levantarme, pero me sujeta por las caderas.

- Me voy en la tarde, mientras tanto quiero tenerte una vez más – comienza a alzar el bajo de mi vestido. Lo detengo poniendo mis manos sobre las suyas.

- Bastian, en serio. Tengo que irme –

- ¿Cómo piensas convencerme para que te suelte? – me toma de los hombros, empujándome y acorralándome a horcajadas sobre la cama.


...


Vuelvo a la realidad cuando el conductor me pregunta, algo exasperado por el pago; me entero que ya llevaba haciéndolo bastante rato.


- Disculpe, me distraje un poco – con premura rebusco mi cartera que yacía en el suelo del auto, ni cuenta me di que había resbalado de mis piernas. Tomo un billete de diez y se lo doy, cierro la puerta y enfilo a mi edificio.

-

- ¡Miraa! Llegaste primita... - apoya un brazo en el filo de la puerta. Alza una ceja, indolente. La ignoro y entro, no vengo con ganas de discutir ni nada por el estilo.

- Tía salió con unas amigas a jugar cartas, los demás ya sabes; yo tengo día libre – asiento, doblando hacia mi cuarto.

- ¿No me piensas contar nada? – entra detrás de mí, antes de que siquiera alcance a cerrar; suspiro.

- Claro que sí, es solo que me siento algo atosigada – pongo cara de circunstancias.

- Entiendo, aunque por tu rostro deduzco que te fue...de lo mejor...una delicatesen en medio de la noche – susurra y me observa con los labios fruncidos y la mirada cómplice.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora