Capítulo 29 (TERCERA PARTE)

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- Acuéstate, trata de relajarte y disfruta, ardillita – expresa, ronco.


Me acomodo sobre las almohadas blancas, Bastian se sienta a horcajadas sobre mí sin dejar atrás su sonrisa de comercial de enjuague bucal.

Saca las esposas, las ancla en mis muñecas y en los delgados barrotes de la cama; baja y me toma por sorpresa al halarme de los tobillos, ahora tengo los brazos estirados por completo.

Alzo los ojos, observo la unión de mis extremidades con el metal, muevo las manos y me doy cuenta que el amarre permite que las gire hasta que mis palmas se encuentran con los tubos de hierro.

Devuelvo mi atención al hombre que me desconcentra, me desubica y atonta. Vuelve a poner una pierna a cada lado de mis caderas con el bozal en las manos; lo acerca a mí.


- Abre tu deliciosa boquita de ardilla – lo hago, pero antes de que introduzca la pelota se me escapa un gemido porque restriega su dureza sobre mis pantalones...lo hizo a propósito.

- Por más que me guste oírte maullar y ronronear, hoy es día de callar – vuelvo a abrirla y esta vez encaja la bola.


Cierro los dientes sobre ella sin morder, espero no hacer un reguero de saliva con esto; consigo tragar con algo de dificultad. Es muy raro, como tener algo gigante en la boca...mejor dicho, como la manzana que muerde el cerdo rostizado cuando lo ponen en la mesa para navidad, aunque ni de cerca tan jugosa ni apetitosa.


- Respira con calma por la nariz – indica cuando nota que empiezo a agobiarme. Tras un par de intentos, lo consigo.


Recula hasta posicionarse bien, posa sus manos en mi cintura para mantenerme quieta ya que mi cuerpo ha decidido removerse con antelación, rogando en secreto; riega besos por todo mi abdomen, provocándome cosquillas con su aliento.

Trato de contener pequeños espasmos que auguran risa, no quiero sonar como foca con esto puesto.

Asciende lateralmente dejando un camino de pequeños chupetones por las costillas, en vez de continuar por la senda central que conduce hacia mis pechos se detiene exiguos metros antes y desciende hasta que sus manos dan con el elástico de los shorts.

Con la boca y sus manos agarra la tela junto a las bragas y los baja despacio hasta sacarlos por los pies.

Chupa y lame la piel delgada y tierna de las plantas de mis pies, intercaladamente. Encojo los dedos por los pinchazos electrizantes que llegan a mi entrepierna; sube con besos húmedos, meticulosos por el empeine de mi pierna derecha, sus dedos acarician la otra como un suave plumaje.

Sigue el recorrido hasta encontrarme, apoya las manos en mis muslos y baja su rostro para beber codiciosamente cada gota que ha empezado a manar de mi centro, pega más su boca, moviendo sus labios como si estuviera degustando algo.

Elevo la pelvis, acercándome más a su cavidad, buscando y reclamando las atenciones de su lengua. Con la misma, azota mi botón con insistencia hasta hincharlo, abandonándome sobre la cuerda floja, a punto de caer.

Sus manos realizan el ascenso triunfal al igual que su boca, ahora sí a mis brotes superiores, hinchados y duros.

Sopla sobre ellos, ofreciéndome un poco de frescor. Seguidamente su boca ataca el derecho y su mano el izquierdo, arqueo la espalda, adentrando un tanto más el que ya está chupando.

Mordisquea la piel alrededor de la areola causándome un estremecimiento que no puedo controlar, los movimientos circulares en el otro lado hacen perdurar la sensación.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora