Capítulo 21

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El frío me ataca al salir, adentro estaba tan calientito que quería quedarme debajo del agua y no salir hasta mañana.

Miro a la izquierda, Bastian está sentado en la cama, leyendo un libro cuya portada no reconozco, hago un esfuerzo por divisar el título, pero es ilegible desde esta posición.

Ni siquiera dirige la vista hacia mí, concentrado como está en las páginas blanquecinas.

Camino hasta la maleta, deshaciéndome de la toalla una vez que he encontrado la pijama. No cubre mucho, pero al menos está confeccionada con mayor cantidad de tela que las elegidas por Sophie y Katherine.

Consta de un pantalón corto con rayas rosadas y una blusa de tirantes a juego. Cuando se secan los pies, hago uso de las pantuflas, el piso está como un témpano de hielo.

Trepo por un costado ya descalza, buscando quien me proteja de la baja temperatura. Cuelo las piernas debajo de la sábana, el alivio llega en un instante.

Oteo por encima de su hombro, no se mueve. Sus ojos bailan de un lado al otro, devorando palabra por palabra, frases que juntas forman oraciones a veces muy largas, provocando que tome aire antes de algún signo de puntuación.

Lee en susurros, inaudibles para el resto menos para él, sin embargo, resultan relajantes. Entiendo que hay personas a las cuales esto puede desesperar, no a mí; rompo el silencio con la pregunta que todo el mundo hace cuando ven a otro con un libro en mano.

- ¿Qué lees? -

- Nada importante - cierra el libro, abandonándolo sobre la mesita de noche.

La tapa está algo gastada por la manipulación, se abre permitiéndome ver el título, trata sobre accidentes aéreos, lo que activa un engranaje en mi cerebro, dando pie a la siguiente pregunta:

- ¿Cómo harás con la terapia sicológica? - suspira.

- No la he tomado aún -

- ¿¡Qué?! Bastian, estás siendo irresponsable -

- No lo soy. Antes de entrar al hospital ya sabía que no iba a volver a pilotar un avión, ese accidente ocurrió durante mi vuelo final. La compañía no puede hacer nada, ahora menos ya que soy el nuevo director de orquesta -

- De todas maneras. No sabes si tienes secuelas y no me refiero a las físicas -

- Amor, cuando regresemos iré, no enciendas las alarmas. La postergué debido a que necesitaba recuperar mi fuerza física, casarme y no quería comprometer nuestra luna de miel -

- Te perdono por las dos últimas - sonrío de oreja a oreja.

- ¿Qué quieres hacer? - se cierne sobre mí con intenciones perversas reluciendo en sus ojos.

- Todo lo que no tenga connotaciones sexuales - interpongo un brazo para impedir cualquier acción.

- Eso se puede interpretar como un comportamiento sexual -

- ¿Qué cosa? ¿Mi mano en tu pecho? - suelto un bufido, ¿qué ridiculez es esa? -

- Depende de la perspectiva, pero en resumidas cuentas, sí -

- ¡No seas rídiculo! -

- ¿Rídiculo, yo? -

- Sí, tú. Y, ¿podrías quitarte de encima? Me está doliendo la extremidad -

- Como diga, señora O'Brien - cae de espaldas sobre el colchón, entre risas.

- Me gusta cómo suena tu apellido, es como de alcurnia - acto seguido me trepo a horcajadas, pegando mi torso al suyo; cuelo las manos por detrás de su espalda, entrelazando los dedos.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora