Capítulo 23

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Me revuelvo en la cama. No quiero despertarme, pero el sol entrando por las cortinas opina lo contrario. Aprieto los ojos y coloco una almohada sobre mi rostro; maldición, estoy muy cansada, anoche me desperté por una estúpida pesadilla con Dante, no pude pegar el ojo hasta las 5:00 am. Le temo, no lo voy a negar, pero he sacado fuerzas para confrontarlo no sé de dónde y he podido escapar, gracias al cielo. Sin embargo, a veces me encuentro pensando en lo que tramará la próxima vez; incluso lo dijo: "veremos quién se cansa primero..." sinceramente, no quiero ser yo.

Grito contra el colchón para apartar su odiosa voz y presencia de mi cerebro, no puedo dejar que se apodere de mí ni él, ni la ansiedad, ya te lo dijiste una vez Chris. Se fuerte, tú puedes. Ojalá no haya hecho un escándalo en la noche, no deseo dar explicaciones a nadie ni contarles nada, no tengo por qué preocuparlos con mis asuntos. Doy un suspiro resignada, miro el reloj del celular, las 7:30 am; acaricio mi frente con una mano, apago el celular y voy hasta la ventana, acomodo la tela de manera que no entre ni un solo resquicio de luz y me escondo entre mi edredón.

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Salgo del baño con un vestido corto de andar en casa. Es algo ancho, de mangas cortas y color gris con un águila estampada en el frente en color amarillo; una vez aplicados mis productos de aseo y belleza, enciendo la laptop y el teléfono, me siento a admirar la brisa pasar.

Como siempre, termino de contestar correos, agendar citas y entrego una de las sesiones de quince años con tiempo de sobra. Recibo la contestación inmediata de la madre de la agasajada, están muy contentas y agradecidas, eso me llena el corazón; también me comenta que pagará por banca en línea en un momento.

Así pasan alrededor de unas dos horas, termino con las tareas y voy a la cocina a prepararme un café con leche y sirope de maple. Entro, escucho a mi mamá a lo lejos en la lavandería; abro la despensa, saco la miel y mi taza con diseño de ardillitas. <<Ardillita...>> cierro los ojos involuntariamente, suspiro dejándome impregnar por cada sílaba que pronunció su dulce voz, ahora reproduciéndose en mi memoria. Los abro, alzo las cejas y bufo mirando el recipiente, una taza con ardillitas, muy propio de una ardillita, vaya cosa; vierto el café en el filtro de la cafetera, añado agua en el compartimiento, bajo la tapa, pongo la tetera en su sitio y la enciendo.

Empieza su particular sonido, mientras tanto abro la nevera. Hoy me levanté con ganas de hurgar en ella, en la parte posterior del medio mi mano se topa con una caja pequeña de donas. La saco junto a la leche, está intacta, son en total seis, tres glaseadas, dos de azúcar y la última es rellena, la tomo sin dudarlo ya que son mis predilectas. Guardo todo, regreso a verificar que mi café se esté haciendo con normalidad, al ver que sí, me recargo en la barra mirando al vacío con la dona entre mis dedos.

Dudo en si darle una mordida o no, el olor a café comienza a impregnar la casa, no soy mucho de tomarlo, pero me apetecía. No me puedo resistir y le hinco los dientes con ganas, alcanzo una parte pequeña del relleno, es de chocolate blanco. Cierro los ojos y suspiro; qué deliciaaaaa, joder, mi placer culpable vuelvo y lo digo. Mastico muy lentamente, haciendo que el sabor del chocolate inunde mis papilas gustativas, lengua, aliento, en fin, toda mi boca; me voy detrás del gusto y termino con ella antes de la bebida.

Apago la cafetera, relleno mi taza, echo los demás ingredientes, la muevo a un lado para que se vaya refrescando mientras friego y seco lo que usé. Al finalizar regreso a la habitación con la bebida caliente más una sonrisa en mi rostro por el azúcar que consumí. Ocupo mi anterior asiento, busco en internet alguna película que llame mi atención, preferiblemente que sea una reciente; elijo Dumbo, según el cartel se ve tierna, espero se mantenga fiel a la versión animada.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora