Capítulo 13

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Es miércoles, día de ponerme al corriente con mi agenda y ediciones; ayer estuve casi todo el tiempo lavando, arreglando las compras, entregando suvenires, ayudando a mamá con los demás quehaceres y cuando acordé, ya era de noche. Para mi regocijo, dormí como un bebé recién nacido; desperté con ganas de trabajar.

Termino de ducharme y salgo envuelta en unas toallas blancas tanto en el cuerpo como en mi cabello, las pongo a secar y voy por la ropa interior. Solucionado ese paso, me cubro con un suéter lila manga corta y un overol jean corto, busco mis chanclas Reef negras para ir por mi desayuno. Saludo a mi padre, que está tomando su maletín dispuesto a irse.


- Buenos días, papá ¿cómo amaneces? – deposita in beso en mi mejilla.

- Muy bien hija, gracias. Estoy de salida porque tengo una reunión importante con mi departamento, no puedo llegar tarde...soy el jefe – hace el saludo militar y luego de darme un abrazo, se despide de mi madre.

- Adiós, familia. Nos vemos en la cena, ¡extráñenme! – abre la puerta y se va tan enérgico como siempre.

- Dile a tu padre que no estamos sordos, esa manía que tiene de gritar en las mañanas como si estuviera en un parque, no va conmigo – mi madre ríe por su propia broma mientras sirve dos platos de avena cocida.

- Ay mami, sabes que no tiene remedio...no sé de dónde saca tanta energía, yo que tengo menos edad, me levanto con una pereza y mal humor que ni te digo –

- Ni me lo digas, raro es que hoy no tengas el rostro como si tuvieras estreñimiento -

- ¡Mamá! Tampoco seas así, eh... - no tengo más remedio que reír, es imposible enojarse con ella. - ¿Y las chicas? – digo oteando la comida sobre la barra.

- Katherine ya se fue hace alrededor de quince minutos, hoy le tocaba entrar a las 10:00 y Sophie está en su habitación arreglándose –

- Voy a buscarla, no tardo –

- Bien, porque como siempre repito: luego esto se enfría y no es bueno para el estómago –

Llego a su puerta y doy unos toques rápidos con los nudillos, abre inmediatamente.

- ¿Para qué tocas? Hubieras abierto y ya está; por cierto, buenos días –

- ¡Qué guapa! Me encanta ese uniforme, te sienta muy bien – digo con la mejor voz sensual de camionero que puedo imitar y le doy una palmada juguetona en el trasero. – Vine a buscarte para desayunar – lleva un conjunto de pantalón y saco negros con tacones a juego, camisa blanca y una mascada roja.

- ¡Ayyy! Eso me dolió, sanguinaria; sin embargo tienes razón, me queda como un guante y no es por presumir. Generalmente los uniformes de trabajo son un total asco, pero este es la excepción.

- Exagerada. Fue una palmada suave; no pude resistirme a tus encantos traseros – me carcajeo, me lanza una mirada resignada, mira su reloj de pulsera y toma su bolso.

- Vamos, ya deben estar por recogerme – salimos y ocupamos nuestros respectivos asientos junto a mamá.


Desayunamos en un silencio cómodo, mi prima se va y quedamos la señora Theresa y yo viendo un documental sobre alienígenas en History Channel. Mi madre y sus programas raros, ya sé a quién salí.


- Voy hasta Central Park, ma. Haré un poco de ejercicio y si quieres puedo traerte algo del súper, si necesitas – digo después de 20 minutos.

- Ya que lo mencionas, sí. Te anotaré las cosas en una lista porque luego no te acuerdas de nada. Qué bien me conoce.


Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora