Capítulo 23

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Bastian

Los doctores me permiten salir después de asegurarse que no tiene nada que ver con el accidente. Solo fue un episodio aislado; tras arreglar el papeleo del seguro, salgo al pasillo que conduce a la salida.

Antes de alcanzar la puerta veo a Phillipe sacando café de una máquina. No me ve, lo alcanzo justo antes de que se aleje en dirección contraria.

- ¡Phillipe! ¿Qué haces aquí? ¿Te ocurre algo o se trata de la señora Smith? - sus ojos se abren con sorpresa, es obvio que no esperaba encontrarme.

- Puedo preguntarle lo mismo, señor. Lo hacía en su oficina -

- Por favor, responde a mi pregunta - se remueve, evita mi mirada, se rasca la cabeza, signos claros de que oculta algo.

- Dime qué pasó y podré ayudarte - intenta sorber del vaso de cartón, pero se le escurre y cae esparciendo el contenido entre los pies de ambos.

- Phillipe, ¿qué está pasando? ¿Por qué estás nervioso? Cuéntame, mis niveles de paciencia están bajando - traga grueso antes de abrir la boca.

- La señorita Nastya fue a su casa -

- Phil, estás susurrando. Habla alto para que pueda escucharte -

- Le voy a contar, pero es mejor que nos sentemos. Es algo muy grave -

- Estoy bien aquí - suspira, se queda callado un par de segundos. Toma aire, abre la boca tres veces, sin embargo, las palabras no salen.

- ¡Habla ya, hombre! - no me queda otra que apremiarlo o echaremos raíces aquí.

- La señora Nastya se presentó en su casa esta mañana mientras yo estaba en el supermercado con la señora Smith -

- ¿Cómo que fue a la casa? - aprieto los dientes. La última vez que la vi, le advertí que no se acercara más a mí ni a nadie de mi círculo interno.

- La señora Christine estaba allí... - no lo dejo continuar.

- ¿Christine allí? Me comentó que iría de paseo a Central Park -

- Al final desistió, dijo que mejor disfrutaría de tomar el sol junto a la piscina... -

- A ver: ¿qué tiene que ver todo eso con tu presencia en el hospital? - tuerce los labios. - ¿Le pasó algo a Christine? ¿Es eso? - mi voz sube de tono luego de pronunciar cada palabra.

- Señor...hubo una pelea y ella cayó al agua - lo tomó de los hombros estrellándolo contra la pared. Ahora mismo veo todo rojo, no mido mis actos, la rabia se ha apoderado de mi ser.

- ¿¡Quién?! ¡Te exijo que hables! ¡Ella no sabe nadar! - siento que mis ojos se saldrán de sus cuencas en cualquier momento.

- La señora Christine... - mi cerebro empieza a repetir su nombre una y otra vez en un bucle al que me acaban de anclar. Una condena que amenaza con apartarme de lo que ocurre en el exterior, quizá sea el detonante de algún tipo de locura momentánea en mí.

Los mosaicos encerados son testigos de la carrera contrarreloj que acabo de iniciar por el hospital. Mis pies resbalan en cada curva de pasillo lo que me hace avanzar más lento a pesar del ímpetu.

Mis músculos queman y duelen al mismo tiempo en un recorrido que no tiene hora de llegada, solo quiero alcanzar mi destino a cualquier precio.

Las paredes blancas, los olores a alcohol y a cloro son intoxicantes, hacen que mis fosas nasales ardan como si me hubiera metido un fósforo con el fuego ardiendo en la punta, a eso le sumo el frío y la cadencia acelerada de mi respiración...lo vuelven peor.

La tela del pantalón limita mis movimientos, necesito verla solo un momento para corroborar que está bien.

Los ascensores se han vuelto en mi contra: monstruos hechos de acero movidos por poleas mecánicas, faltos de mantenimiento con toda probabilidad porque avanzan con lentitud.

He tomado una mejor decisión: ir por una ruta alterna. Será un suplicio mayor, pero tengo que hacerlo, no permitiré que un montón de concreto estático sea mi segundo némesis.

¡Christine, Christine, Christine!

Una puerta, más pasillos y por fin arribo a tu morada. ¿Por qué las sábanas están manchadas de rojo? Entiendo que la temperatura aquí dentro es insoportable, sin embargo, ¿tenías que taparte hasta el cabello?

¿Por qué estás tan quieta? Descubro tu cuerpo, un ligero tono grisáceo se ha apoderado de tu piel, tu cabello carece de su brillo habitual, tus labios están cubiertos por una película rugosa y seca. Es hora de ir a casa, este sitio no te hace bien, en vez de cuidarte, lastiman.

Abro los ojos y el alivio me invade al ver a Christine dormida frente a mí; me quedé dormido sosteniendo una de sus manos.

Tres semanas después

Los doctores han dicho que la recuperación ha sido más rápida de lo esperado aunque deberá permanecer unos días más aquí.

Si no hubiera sido por Phillipe quien dio los primeros auxilios a tiempo, no estaríamos contándola. El miedo que se apoderó de mi corazón cuando me dieron la noticia fue indescriptible, estuvimos a punto de perder lo que hemos construido, cayendo en picada como un castillo de barajas.

La información que he recibido de parte de Phillipe es que Nastya no ha aparecido en su apartamento desde hace dos meses, debe el alquiler y algunos gastos de reparación.

<< ¿Dónde estarás, desgraciada? >>.

Christine declaró ante el inspector a cargo. A pesar de que no hay cámaras de seguridad en el patio y ningún vecino vio algo sospechoso, las lesiones en su anatomía son pruebas contundentes: laceraciones en el cuero cabelludo, herida por alma blanca que no comprometió ningún órgano, rasguños y moretones varios en los brazos.

La policía está buscándola mediante un retrato hablado que confeccionaron según la descripción que di. También avisaron a otros condados y al aeropuerto por si intenta salir del país.

Hablando de problemas, continúan investigando los restos del avión para determinar si fue un fallo fortuito o premeditado. Espero que sea lo primero, si no, pobrecitos lo que hayan planeado mi asesinato, les va a salir muy caro.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora