Capítulo 19

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Me despierto por la escasa luz solar que se filtra a través de las cortinas, miro a mi lado, allí está Bastian plácidamente dormido. Parece un niño, con el cabello despeinado, el rostro completamente relajado y sus labios haciendo un mohín muy tierno. La sábana le cubre de cintura hacia abajo, su pecho sube y baja acompasadamente; me pregunto si estará soñando algo. Con supremo cuidado me levanto, me bajo de la cama y busco su suéter que quedó del otro lado en el piso.

Me lo pongo, obviamente me queda como un camisón. Me cubre hasta la mitad de los muslos; se me hace demasiado sexy. Subo por mi lado y me acomodo para quedar sentada lo más cerca de él. Paso una de mis manos por su cabello suavemente para no despertarlo; es tan sedoso, liso, con mucho potencial para estelarizar una propaganda de champú masculino.

Mi extremidad libre se traslada a su pecho, pero antes de que llegue a tierra, la retiro. Es peligroso, me notará al instante y adiós a mi oportunidad de descubrir más su cuerpo; sin embargo, me quedo embelesada admirando su torso y brazos, todos los músculos que se marcan y rememorando que hace unas horas acabo de estar con este Hércules.

Su piel es blanca como la mía, sin ningún tatuaje. Mi cerebro se quiebra pensando cómo puede alguien tener un cuerpo tan inmejorable, de seguro es un ángel caído que vino con la pretensión de corromper a la mayor cantidad de mujeres posibles y mostrarles el camino al infierno. Francamente, no me importaría formar parte de ese clan de suertudas; sus manos son grandes, fuertes, complementadas con dedos largos y delgados, se ve que no son de las que han tenido que pasar horas bajo el sol o la lluvia por trabajos de la tierra, pero tampoco son de las que no han hecho gran cosa durante la vida.

Estar al cargo de una aeronave es por mucho una de las profesiones más complicadas que pueden existir, en mi opinión. No sólo tienes en tus hombros tu vida, sino la de la tripulación aparte de la de los pasajeros; debes tener nervios de acero, capacidad de concentración y reacción absolutas, sentido de responsabilidad, mando, entre otras cosas que a este hombre no le faltan.

Compruebo que no se haya despertado, ya que me entretuve con mi monólogo interno; para mi suerte no, su respiración continúa siendo pausada. Coloco mi mano en su pecho, justamente donde está el corazón, sus latidos son lentos y fuertes. Quisiera darle un beso, aunque no lo deseo despierto; aún me falta algo, me alejo para ir en búsqueda de una parte muy específica de su cuerpo. Tengo que confesar que la pena me está matando, el corazón me va como un tren, tengo la boca seca, mi respiración es un desastre, siento mi cara arder y mi interior palpita desesperado por atención. No me percato de lo mojada que estoy hasta que me levanto y veo mis fluidos empapar las sábanas, continúo con mi plan. Lentamente voy quitando la tela, primero su cintura, luego sus caderas y por último, su glorioso e inmenso miembro.

Todavía me impacta verlo tan de cerca, a pesar de haber perdido mi virginidad recientemente. Yace dormido al igual que su dueño con su distintivo tono rosado; acaricio el tronco con mi mano, desde la base hasta el final. Percibo cómo poco a poco va volviendo a la vida, endureciéndose bajo mi roce. Me levanto, me pongo sobre él, de manera que ambos sexos queden juntos; mi torso descansa sobre el suyo con mis manos apresándolo en silencio contra el colchón.

Tengo la vista clavada en mis muslos, a ambos lados de su cadera, con mi vestimenta enredada en la cintura a causa de la pose que adopté. Mi cabello cae por mis hombros y un poco en mi rostro, lo dejo así, libre como el viento; en un acto reflejo alzo la cabeza, encontrándome con sus panales aun somnolientos, pero divertidos y brillantes.

Siento su miembro completamente duro justamente bajo mi cuevita. Mi rostro ahora mismo es como cuando tus padres te atrapan comiéndote un trozo de pastel en la nevera por la noche y por más que quieras negarlo es imposible porque tienes la cara manchada de crema, solo te queda esperar la reprimenda.

Amor en las AlturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora