Capítulo 1: La visita de Merlín

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Pueblo de Gasha. Diez y treinta y cinco de la noche.

La noche era fría y lluviosa; una gran tormenta asolaba el pueblo de Gasha; se escuchaban los truenos en el cielo, y el fuerte azote del viento contra los tejados. Pero aquello no impidió al joven prófugo Robín Hood, hacer de las suyas.

Robín volvió a su escondrijo, cansado y empapado por la lluvia. Se resguardaba en una cabaña abandonada, a las afueras del pueblo; la madera era vieja y tenía goteras, y la casa se encontraba bastante sucia y descuidada. Pero era mejor eso que nada.

Robín cerró la puerta tras él, lentamente; aunque en verdad quería dar un portazo, pero la casa no resistiría el impacto, y menos con aquella tormenta resintiendo la madera. Se bajó el pañuelo que tapaba la mitad de su rostro, y la capucha que cubría su cabeza. Tenía un arco negro en la mano derecha y un pequeño saco marrón en la izquierda; en su espalda colgaba un carcaj con varias flechas, y ahora con algo de agua.

En un segundo dejó el saco en el suelo, extrajo una flecha rápidamente de su carcaj, y disparó hacia su derecha.

La flecha quedó suspendida en el aire, con el movimiento de la mano de una mujer, que se encontraba sentada en un viejo sillón.

La mujer era de cabello largo y oscuro, con los ojos violeta y la piel morena. Su cuerpo estaba cubierto por un largo abrigo de pelo, a modo de gabardina. Llamaba bastante la atención. Tenía los labios gruesos y rosados, la cabeza pequeña y redonda, y una mirada seductora y descarada. No aparentaba tener más de veinticinco años.

La mujer miró la flecha suspendida en el aire frente a ella.

—¿En serio? —cuestionó devolviéndola de un disparo.

Robín esquivó la flecha y luego observó a la mujer de nuevo, bastante impactado. Jamás se había cruzado con ningún mago.

—Eres una maga —dedujo.

—Qué perspicaz.

—¿Quién eres y qué quieres?

—Quien soy no importa. Y deberías preguntarte más bien, ¿qué quieres tú? —La mujer miró el saco que Robín había soltado—. A que adivino. Le has robado al tabernero de esa taberna al final de la calle, porque es un desgraciado que maltrata a su hija. Seguro que le has dado una buena lección y luego le has entregado el dinero a la chica y a su novio, para que se fuguen y puedan criar felices a su futuro retoño. —Robín no supo qué decir, había dado en el clavo—. Y supongo que esas botellas de alcohol son tu recompensa, y pretendías beberlas sin cesar hasta caer rendido en la cama. Aunque por tu aspecto, no te recomendaría beber más.

Robín era un hombre joven, apenas tenía veinticuatro años. Era de piel blanca, tenía los ojos verdes, y el pelo castaño y corto. Siempre había tenido un rostro bastante aniñado, pero ahora se veía algo deteriorado; tenía ojeras y parecía cansado.

—¿Quién eres? —volvió a preguntar, esta vez con tono amenazante.

—Necesito tu ayuda.

Robín se rio.

—Sea lo que sea, la respuesta es no —respondió con amargura.

—Creí que ayudabas a la gente.

—A gente que lo merece, y que, por lo general, ni me conoce. Tú, por el contrario, sabes más de lo que dices.

Robín dejó el arco a un lado, volvió a agarrar el saco, y extrajo tres botellas, las cuales dejó sobre una vieja mesa, algo mojada por las goteras de la casa.

—Me sorprende que sueltes tu arco —comentó la maga—. ¿Tanto te fías de mí? ¿O es que me subestimas?

Robín volvió a reír.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora