Las semanas seguían pasando sin ninguna noticia de Merlín y ambos comenzaban a inquietarse, ya habían pasado meses desde la última vez que la vieron.
—¿Le habrá pasado algo? —preguntó Robín un día, haciendo reír a Arturo.
—No tendremos esa suerte.
A pesar de sus palabras, Robín sabía que Arturo estaba preocupado. Por mucho que dijera odiar a la maga, si le guardaba tanto rencor, era porque aún le importaba. A veces tenía ganas de preguntar por ella, por su relación, pero era lo último de lo que Arturo parecía querer hablar, así que nunca decía nada. Robín se limitaba a preguntar cosas más banales como sus gustos en comida, libros o aficiones. Ninguno indagaba demasiado en la vida del otro, pero escuchaban atentos cuando mencionaban algo, porque sabían que para ninguno era fácil hablar de ello.
Robín hizo un gran esfuerzo para soportar la abstinencia en esos meses. Entrenaba constantemente para canalizar su ansiedad en algo positivo; salía a pasear solo, y luego regresaba y se sentaba bajo un árbol, junto a la casa, a charlar con Arturo. Las noches se volvieron más llevaderas con él a su lado. Siempre que Arturo tenía una pesadilla, Robín lo sacaba de allí, le tomaba de la mano, o lo acunaba entre sus brazos, y le hacía volver a la realidad, donde todo estaba bien. Aunque, para Arturo era más como resguardarse en un bonito sueño, en un lugar donde las sombras desaparecían y el frío se esfumaba. Era un espacio cálido y acogedor. Los brazos de Robín, su mirada, su sonrisa, se sentían como un refugio... el que Arturo había estado anhelando por años.
Arturo calmaba la ansiedad de Robín, y este espantaba las pesadillas de Arturo. Así, juntos, crearon un refugio en aquella habitación, donde terminaron pasando todas las noches en compañía del otro.
Una mañana, Arturo abrió los ojos y se decepcionó un poco al no encontrar a Robín allí; normalmente él se despertaba primero, pero solía esperarlo para levantarse juntos. Se levantó de la cama y salió a buscarlo.
Robín se encontraba entrenando en el jardín, practicando los movimientos con la vara (esta vez una de verdad que habían hecho) contra un árbol. Estaba ya bastante sudado y no llevaba la camiseta puesta.
Nuevamente, Arturo lo observó sin decir nada. Por primera vez se fijó mejor en sus cicatrices, tenía varias por todo el cuerpo, en especial por la espalda. ¿Era raro que le pareciera tan sexy aquella imagen? Aquella espalda ancha, llena de marcas de pelea, bañada por el sudor, que resplandecía con el sol. Sus músculos se marcaban mucho debido al entrenamiento. En aquel momento debía admitir que, sí, lo estaba mirando, estaba disfrutando de la vista, admirando su anatomía, y deseando muy en el fondo poder tocarla.
—Ya ni disimulas —dijo Robín de repente, girándose hacia él—. Antes por lo menos te escondías tras los árboles.
Arturo se rio.
—Es que sé que te gusta que te miren.
Robín sonrió.
—Me gusta que tú lo hagas. —Sonó como una broma, pero era verdad.
Robín se pasó las manos por la sien y arrugó la nariz.
—¿Estás bien? —preguntó Arturo, preocupado.
—No. Me duele la cabeza.
Arturo se acercó y notó el ligero temblor de sus manos. Tomó una con delicadeza y Robín casi deja caer la vara al suelo por la impresión. ¿Cómo era posible que con aquel simple contacto su corazón se acelerara tanto, pero su cuerpo se calmara? Parecía que con Arturo todo era más intenso.
—Creo que ya has entrenado suficiente por hoy. —Acarició su mano con el pulgar—. Ve a descansar.
Antes Robín no habría dicho nada, habría ocultado su malestar y cambiado de tema, habría huido de Arturo. Pero ya no podía hacer eso.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasySeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...