Capítulo 13: La risa

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Durante el viaje la relación de Robín y Arturo había mejorado. No podían llamarse amigos aún, pero se había generado cierto respeto y compañerismo entre ellos.

Llegaron a la casa sobre el medio día. Era una cabaña de madera vieja, sobre una colina, a las afueras de un pueblo.

—Es aquí —dijo Robín bajando del caballo.

—Honestamente, me esperaba algo peor.

—Ya. ¿Estás seguro de que es habitable?

Arturo sonrió con burla.

—¿No estabas acostumbrado a sitios peores? Eras tú quien confiaba en la maga, tú sabrás.

Robín se rio y sacó la llave que Merlín le había dado. Al abrir la puerta esta chirrió y la madera crujió. La casa tenía dos plantas, en la primera se encontraban la cocina y el salón, el espacio era abierto.

—Bienvenido a nuestro nuevo hogar —se burló Arturo al apreciar aquel desastroso lugar. Todo estaba lleno de polvo, la madera se encontraba roída, y había telarañas por las esquinas. Casi era preferible dormir en la tienda—. Mira el lado bueno, al menos se mantiene en pie.

—Si se nos cae el techo encima por la noche, mientras dormimos, me reiré de eso —contestó Robín. Caminó por la cocina y pasó un dedo por la polvorienta mesa—. Se ve que no ha pasado nadie por aquí en un tiempo.

—La maguita no es de quedarse en un sitio fijo.

—Eso me dice algo de ti.

—¿El qué? ¿Qué no puedo asentarme?

Robín y Arturo se miraron.

—Comprometerte, más bien.

—Pues no, no puedo —afirmó Arturo.

—Ya... Creo que ahora mismo yo tampoco podría —murmuró Arturo—. Subamos a ver la habitación.

—Lo que me aterras es ver cómo estará el baño.

Ambos pusieron una mueca de asco y subieron las escaleras hasta el segundo piso. Al entrar en el dormitorio sus expresiones cambiaron a una de incredulidad.

Solo había una cama de matrimonio.

—Honestamente, ya lo veía venir —comentó Arturo—. Quédatela tú.

—Espera, ¿qué? No. Mis heridas ya están bien, no es excusa. Te la quedas.

—¿En serio vamos a discutir por esto? Hay un sofá abajo, y no pienso dormir en la misma cama donde Merlín habrá hecho vete tú a saber qué. Te la quedas. —Arturo bajó las escaleras antes de que volviera a replicar.

—Vale, ahora creo que yo tampoco quiero la cama —dijo Robín, provocando la risa de Arturo mientras descendía.


A regañadientes, Robín convenció a Arturo de ponerse a limpiar la casa. Si iban a estar allí un tiempo, mínimo podían dejarla algo decente.

—¿No me dijiste que vivías en el bosque? ¿Tanto te preocupa la comodidad ahora?

—No es por comodidad, sino por salud. No quiero respirar polvo todo el día, ni que me coman las arañas mientras duermo. —Arturo se rio—. He visto un pozo fuera, iré a comprobar si hay agua. Tú busca algo en los armarios que nos pueda ser útil.

—A sus órdenes, mi capitán.

—Qué mono te pones cuando eres sumiso —se burló Robín, antes de salir por la puerta.

Arturo soltó una sonrisita y comenzó a rebuscar en los armarios, pero no encontró demasiado. Al menos tenían vajilla y utensilios de cocina para preparar la comida. Arturo intuyo que la casa tendría algún hechizo de protección, porque era bastante improbable que hubiese estado abandonada tanto tiempo y nadie hubiera entrado a robar.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora