Capítulo 2: Encuentro en un bosque sin fin

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Aquella noche, ni Robín ni Arturo pudieron conciliar el sueño, y a la mañana siguiente ambos partieron muy temprano, en direcciones completamente opuestas. Pero por azares del destino, ambos terminaron llegando al mismo sitio.

 Pero por azares del destino, ambos terminaron llegando al mismo sitio

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Pasado el mediodía, Robín se internó en un bosque. Era un lugar seco, lleno de árboles delgados y sin hojas, de un tono grisáceo. Reinaba el silencio, tanto que aquello inquietaría bastante a cualquiera.

Después de un rato cabalgando, desmontó de su caballo; sentía que había estado andando en círculos. Sin duda se había perdido. Miró a su alrededor para intentar hallar el menor indicio de dónde se encontraba, pero todo le parecía igual. Se alejó del caballo y siguió examinando el lugar, hasta que de repente escuchó un grito y una especie de rugido extraño.

Corrió en aquella dirección, con el arco en mano, y se topó con un lago. Del agua salían unos fuertes y largos tentáculos negros; uno de ellos tenía agarrado por los pies a un hombre, que se retorcía intentando zafarse de los pegajosos tentáculos del monstruo.

Saco dos flechas del carcaj que llevaba a la espalda, y disparó a los tentáculos. La criatura soltó otro rugido, que sonaba como un chirrido metálico. El hombre cayó en la orilla y rápidamente se alejó del lago, mientras parecía buscar algo.

Los tentáculos intentaron alcanzar, tanto a Robín, como al otro hombre, centrándose esta vez más en la persona que le había hecho sangrar.

El desconocido al fin pareció encontrar lo que buscaba, pero antes de que pudiera tomarlo, un tentáculo lo golpeó. Robín esquivó a la criatura, mientras trataba de acercarse al hombre, y disparar al resto de tentáculos. Nuevamente, consiguió alcanzar al monstruo y permitir al hombre escapar.

La criatura, ya harta, fue directamente a por Robín, logrando golpearlo y dejarlo en el suelo. De repente, el monstruo comenzó a elevarse, dejando ver su fea y grumosa cabeza, y sus brillantes ojos. Era una especie de kraken negro, bastante más pequeño que uno normal; pero igualmente, era enorme, y estaba enfadado.

Robín se encontraba algo magullado y aturdido, no le dio tiempo a reaccionar antes de que el kraken tratase de atacar de nuevo. Solo pudo ver un destello, antes de contemplar al hombre frente a él, blandiendo una brillante espada plateada, que desprendía un brillo azul.

—Acabemos con esto, sucia bestia.

El hombre hizo un movimiento con la espada, como si estuviera cortando el aire, y de ella salió una especie de rayo azul, que golpeó al kraken. La criatura volvió a sumergirse, tras soltar el gemido más chirriante y desagradable que alguno de los dos hubiese escuchado nunca.

El hombre permaneció en el sitio por un momento, tratando de regular su respiración, parecía cansado. Mientras, Robín lo contemplaba bastante impactado. Miró su espada y luego volvió a posar la vista en el hombre rubio y fuerte que tenía frente a él, dándole la espalda.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora