Capítulo 18: Tú, yo... nosotros

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Robín y Arturo se sentaron en una roca y observaron con tranquilidad las luciérnagas, mientras Robín reposaba la cabeza en el hombro de Arturo, y sostenía su mano con los dedos entrelazados. Se mantuvieron en esa posición por un buen rato, en silencio, acariciando sus manos con el pulgar, disfrutando de la compañía del otro. Ninguno había sentido su corazón tan calmado en años. Era como si de repente volvieran a respirar después de mucho tiempo ahogándose.

—Gracias —dijo Robín de repente. Ambos se miraron—. Gracias... por todo. Gracias por aguantar mi mal humor, por curar mis heridas, y sostenerme... cuando creí que no podía más. Gracias por hacerme reír, Arturo. —Ambos sonrieron—. Gracias por todo esto, por traerme aquí. —Robín observó su alrededor, antes de clavar sus ojos de nuevo en los de Arturo. Acarició su mejilla y le dedicó una sonrisa muy dulce. Esa que hacía que el corazón de Arturo se derritiera y solo quisiera besarlo. Y su deseo se cumplió—. Gracias por estar aquí... y por ser tú. Me gusta.

Robín lo besó. Un beso tan delicado como profundo. Tan dulce. Sentía su agradecimiento en cada movimiento. Pero no era solo eso. El amor que Robín le transmitía, la paz, la alegría, eran reales. Lo que tenían, lo que había surgido aquellos meses, era real, aunque se sintiera como una fantasía, y Arturo se perdió en ella. Por primera vez en años, dejó que su corazón explotara, que sintiera todo lo que lo estaba invadiendo.

Y ambos podían jurar que fue una de las noches más bonitas de su vida.


Regresaron a la cabaña bastante tarde, aún tomados de la mano, con una hermosa sonrisa plasmada en sus rostros. Robín se detuvo antes de entrar y agarró las dos manos de Arturo, mientras unía sus frentes.

—Solo quiero disfrutar de esto un poco más —dijo casi como una petición.

Arturo levantó su mentón con el dedo y lo miró a los ojos.

—La noche aún no ha acabado —susurró.

Arturo habló con nada de lascivia, esa no era su intención en aquel momento, y sabía que tampoco la de Robín. Lo único que deseaban era cariño; tumbarse en la cama entre abrazos y besos, y comentarios tontos que los hacían sonreír. Nada más. Lo que pasará mañana, o el resto de la semana, daba igual. Solo querían compartir un momento de complicidad y cariño. Unos instantes de paz, con los que sus corazones comenzaron a sanar por fin.

Se tumbaron en la cama y se miraron bajo la tenue luz de una vela, mientras jugaban con sus manos y besaban el rostro del otro de vez en cuando. Arturo acarició la mejilla de Robín y por como lo observaba tan fijamente, Robín supo que quería decir algo.

—¿Qué estás pensando? —le preguntó.

—Me gustan tus ojos —confesó—. Transmite todo.

—¿Todo?

—Veo tu pena, tu dolor... pero también tu alegría, tu fuerza, tu valor...

Robín sonrió y se acercó más al rostro de Arturo, sacudiendo las pestañas.

—¿Y qué ves ahora?

Arturo no supo qué contestar. Lo veía feliz y tranquilo, pero también veía que sentía lo mismo que él en aquel momento, pero le aterraba que fuera solo una ilusión.

—No estoy seguro... Pero te veo feliz. ¿Lo estás?

—Por primera vez en mucho tiempo... sí. —Robín parecía sorprendido por su respuesta—. Ahora mismo, sí. —Robín lo besó. Se rodearon con los brazos y siguieron el beso por un rato—. ¿Puedes besarme hasta que me duerma? —preguntó Robín, algo juguetón.

Arturo se rio.

—Claro. Y, oye, creo que he encontrado una forma de hacer que te calles.

Robín abrió la boca, ofendido.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora