Capítulo 33: El heraldo de Nottingham

164 34 6
                                    

Robín se encontró atrapado en una especie de pesadilla. Todo se había cubierto por una niebla oscura y ya no había nadie a su alrededor.

—Las sombras te persiguen, Robín.

Una de las sombras que lo atacaron en el pueblo de Lohes apareció de la nada y se abalanzó sobre él. Robín se apartó rápidamente, rodando por el suelo, y le disparó. Una detrás de otra comenzaron a atacar por todos lados, pero no parecían ser reales, porque se desvanecían con un solo disparo. Aun así, el corazón de Robín se aceleró por el miedo, recordando el fuego en aquel pueblo. La bruma oscura que lo rodeaba olía como el humo de aquella casa. Comenzó a toser. Sentía calor, le ardía la piel, como cuando el fuego lo lastimó salvando a aquella niña. Podía oír los gritos, de las sombras y de sus víctimas. La gente corriendo desesperada. Las casas desplomándose sobre sus dueños.

Todo ardía y las sombras lo rodeaban, revoloteando a su alrededor como buitres a la espera de su próxima cena. Por un momento sintió que no podía moverse, se había paralizado.

—El héroe traicionado por la mujer que amaba. —Su voz se colaba en sus entrañas y le hacía experimentar de nuevo aquel cruel sentimiento que relataba—. El héroe que abandonó a sus hermanos. Que dejó morir a sus amigos. —Robín sentía como si le desgarraran el corazón. No podía centrarse. Su cabeza daba mil vueltas y lo envolvían un millón de sentimientos horribles, que hacían que quisiera arrancarse el corazón con sus propias manos—. Qué guió a sus hermanos a una muerte segura. ¿En serio crees que tus hermanas podrán contra mis guardias? ¿Qué el sheriff no habrá matado ya a tus hermanitos? Todos maldecirán el apellido Hood. Todos desearán colgar tu cabeza en una pica.

Los ojos de Robín ardían. ¿Sus hermanos estaban muertos? ¿Él los había matado? No volvió a Nottingham antes, no por el peligro, sino por el miedo. ¿Qué podía hacer él contra el sheriff, contra Juan? Nunca regresó ni lo intentó siquiera, porque se rindió. Porque ya no veía una razón para seguir peleando. Y los abandonó sin pensar en las consecuencias.

«Yo pude escapar... ellos no» se recordó.

Aquel sentimiento volvió a él. El dolor, la soledad, la desesperación. La sensación de que su vida había terminado y no valía nada seguir luchando. La oscuridad se apoderó de su mente.

«¿Para qué luchar si mis manos también están manchadas de sangre?», se dijo, observando sus manos rojas con la sangre de los caídos a sus espaldas.

—No puedes salvar a nadie, —Vio de nuevo a Tuck, con flechas en su espalda, muriendo para que él pudiera escapar—, solo consigues que su destino sea aún peor. —Vio a Marian siendo torturada en aquella celda, a sus hermanos solos y demacrados, y al pueblo de Lohes contemplando su hogar arrasado por las llamas. No pudo salvar a ninguno de ellos.

«No puedo salvar a nadie» se repitió.

De repente, sintió que algo a su alrededor vibraba ligeramente. Como si aquella pesadilla hubiera parpadeado.

«Marian, John, Marc...» —Y cuando todo parpadeo por un segundo, lo recordó— «Arturo».

«Lucharé por recuperar tu hogar» le había dicho. Arturo le había tendido la mano cuando más lo necesitaba, así como John hizo una vez, así como él se la tendió a Marc, Laura, Mera, Jay... Así como Marian les brindó su ayuda y apoyo, igual que el resto del pueblo. No se trataba de a cuantos conseguía salvar, sino de a cuantos habían ayudado. Cuántas personas se habían levantado y habían seguido luchando gracias a su mano.

«Nottingham sigue luchando» —se recordó—, «y yo también».

Apretó su arco y se levantó, disparando sus flechas hacia las sombras a su alrededor. La niebla creaba diferentes formas, personas muertas reprochándole su derrota, y otras que se le echaban encima. Pero nada era real.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora