Capítulo 27: El plan está en marcha

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Demasiado ruido. Gritos. Sangre. Todo su cuerpo adolorido. El fogonazo de los incendios. Y todo el caos a su alrededor... Hicieron que Arturo comenzase a gritar en sueños, despavorido, con la respiración agitada y el corazón desbocado.

Robín se aproximó a él con rapidez y lo acunó entre sus brazos.

—Arturo, despierta. Estoy aquí. Es solo una pesadilla. —Arturo abrió los ojos, muy alterado, sin poder entender que era real y que no—. Tranquilo. Mírame. —Robín acarició su rostro—. Estoy aquí. Solo era una pesadilla. Respira.

Arturo quería obedecer a Robín y calmarse con sus cuidados como siempre había hecho, pero al recordar donde se encontraba y que había más ojos sobre él, entró en pánico, y salió corriendo de la cueva. Se levantó tambaleante y se alejó de todos, pero no fue lejos, solo salió de la cueva y se sentó en el suelo. No quería que lo vieran así.

Robín fue tras Arturo, se agachó frente a él y colocó una mano en su pecho, mirándolo fijamente a los ojos.

—Respira con lentitud. Solo estoy yo.

Arturo agarró su mano y noto como se levantaba cada vez con mayor lentitud junto a su respiración. Una vez respiraba con normalidad, Robín se colocó a su lado y lo rodeó con los brazos.

—Gracias —murmuró Arturo más tranquilo.

—Hacía semanas que no tenías pesadillas. ¿Estás bien?

—Lo estaré.

—Me toca hacer la guardia. Recuéstate y me quedo contigo.

Arturo sentía que debía decir que no, porque todo aquello los comprometía aún más, pero no quería. Cuando las pesadillas lo atormentaban, Robín era lo único que lo devolvió a la realidad, que lograba calmar sus nervios, su miedo. Quería que Robín lo consolara, aunque se muriera de vergüenza a la mañana siguiente porque los Hood los encontraran así.

Arturo se enderezó y lo miró.

—Gracias —repitió como respuesta.

Robín depositó un corto beso en sus labios y Arturo recostó la cabeza en sus piernas, mientras este le hacía suaves caricias para tranquilizarlo.

Los gritos cesaron. Su cuerpo se relajó. El fuego se extinguió. Y la paz reinó de nuevo.

Eso era algo que solo Robín Hood podía conseguir.


Por la mañana, Merlín regresó antes de que Robín y Arturo abrieran los ojos; se habían quedado dormidos, abrazados en el suelo. Se quedó observándolos con algo de curiosidad y diversión. ¿Por qué estaban fuera?

—Arturo tuvo una pesadilla anoche, creo —habló John de repente. Merlín ni lo había notado—. Salieron para que se calmara y se quedaron dormidos. Creo que nunca he visto a Robín dormirse tan deprisa.

—Ni yo que algo calme los terrores nocturnos de Arturo.

—No creo que sea un algo.

John miraba a Merlín desconfiado y algo amenazante, como si le estuviera advirtiendo de que tuviera cuidado con lo que planeaba hacer. No era como Robín. John era mucho más perspicaz, astuto y desconfiado. Pero también más letal sí se lo proponía.

—¿Has descubierto lo que querías?

Merlín le sostuvo la mirada.

—No buscaba nada concreto, solo analizaba el panorama. Reúne a todos. Ha llegado el momento. —Miró a Robín y Arturo—. Yo los despierto.

John le echó un último vistazo a Merlín y a la pareja, antes de entrar a despertar a sus hermanos. Aún era muy pronto para que estos se levantaran, pero él siempre lo hacía primero, para asegurarse de que todo estuviera bien.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora