La noche se hizo eterna para ambos. Ninguno logró conciliar el sueño, solo dieron vueltas y más vueltas en el sofá y en la cama, sin saber qué decir o hacer. Se plantearon cientos de veces buscar al otro, aunque fuera únicamente para recostarse entre sus brazos y no decir nada más. Pero no lo hicieron. Tal vez por orgullo, o quizá por miedo. Pero dejaron pasar la noche.
La mañana siguiente no fue mucho mejor. Robín estaba tenso y Arturo no terminaba de comprender por qué. Lo esquivaba. Cuando intentaba acercarse, rozar aunque fuera su mano un momento, Robín se apartaba. Lo interrumpía cuando intentaba retomar la conversación de anoche y se alejaba.
Arturo no lograba comprender qué había hecho mal para que de repente se alejara de aquella manera, ni tampoco entendía por qué le costaba tanto plantarle cara. Quizá porque en el fondo le aterraba la respuesta. Pero dolía. Ardía como mil demonios que Robín evitase su mirada, que apenas le hablara y no dejase ni que rozara su piel. Y aquello solo logró reafirmar los sentimientos de Arturo, esos que llevaba ya meses intentando ignorar, y que los últimos días se habían vuelto insoportables.
«Sientes algo por él» —dijo una vocecita en su cabeza, e intentó acallarla de inmediato—. «Eso solo trae problemas» —se recordó con pesar.
Por su parte, Robín no se sentía mejor. La cabeza no dejaba de darle vueltas a lo mismo. Recordar de aquella forma a sus hermanos, le había hecho darse cuenta de algo: que no quería pasar por aquello otra vez. Se aisló porque no podía soportar el dolor, y la sola idea de perder a alguien más lo atemorizaba. Por eso nunca quiso hacer amigos, ni aliados siquiera. No quería conocer a nadie. Pero llegó Arturo y... él mismo se condenó.
¿Por qué aceptó ayudar a la maga realmente? Ahora lo entendía. Por la misma razón por la que se metía en peleas, bebía hasta desfallecer y asaltaba a la gente más indeseable. No pretendía hacerse el héroe, lo que quería era morir. Quería acabar con todo, no encontraba una razón para seguir viviendo. Pero, a sus ojos, era demasiado cobarde para terminar con su propia vida.
La realidad es que muy en el fondo sabía que aquella no era la solución.
Así que dejó que el azar decidiera. Y siempre lo salvaba. Era como una mala broma. Sus hermanos querían vivir, y los mataron. Él quería morir, y siempre sobrevivía. Era agónico. Nunca terminaba de morir. Lo dejaron desangrándose eternamente.
Pero la llegada de Arturo lo cambió todo. Honestamente, creyó que no aguantaría, que lo dejaría tirado en cualquier momento. ¿Sería la causa de su muerte tal vez? Pero no pasó. Arturo le tendió la mano, vio su dolor, no solo su amargura, y lo ayudó. Y joder, se sintió tan bien. Fue como renacer poco a poco. Como haber pasado años atrapado en un túnel oscuro e ir hallando la luz. Hasta que llegó ese beso... y alcanzó el final del túnel.
Sentía que ahora se había abierto un mundo de posibilidades, de decisiones, de caminos, y... tenía miedo, porque una parte de él solo podía mirar una opción, esa que lo estaba sanando... pero que también podría ser su próximo tormento.
«No estoy listo para esto».
En la noche, Arturo encendió una hoguera y se sentó junto a ella, observando fijamente el fuego y escuchando la animada música del pueblo, que estaba de fiesta. Parecía haber desistido en su intento por acercarse a Robín, y justo por eso, este lo busco; sabía que lo había lastimado.
—Me da que esta noche nadie va a dormir —comentó Arturo cuando Robín se acercó.
—Eso parece... —Robín no encontró el valor para hablar, para contarle lo que ocurría, ni siquiera para pedir perdón. Porque sabía que Arturo necesitaría una explicación, y no estaba listo para ello—. Me recuerdan a las fiestas de Nottingham —mencionó algo nostálgico—. Cuando el príncipe no nos molestaba, hacíamos algunas fiestas en el pueblo. A veces incluso en el bosque... —Sonrió un poco—. Todo el mundo aportaba algo: comida, bebidas, hasta la decoración. Algunas personas sacaban sus instrumentos y tocaban para todo el mundo. Cantábamos y bailábamos hasta que salía el sol... Estábamos unidos. —Robín sonreía mientras hablaba, pero la luz de su sonrisa se desvaneció al terminar. Era evidente que estaba preocupado por su pueblo y los echaba de menos.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasySeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...