Capítulo 9: La posada

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La primera noche estalló una tormenta, por lo que la opción de acampar quedó descartada y tuvieron que resguardarse en una posada. Ambos entraron en el lugar, calados hasta los huesos, cargando con las alforjas de los caballos, que ya habían dejado en el establo.

—Vaya tormenta, eh —comentó el recepcionista al verlos.

Arturo tenía una expresión cansada y no muy amigable. Se bajó la capucha y sacudió su cabello empapado por la lluvia. Antes de que se aproximara al mostrador, Robín lo detuvo y señaló sus botas llenas de barro.

—Límpiate —le exigió.

Arturo lo observó cansado, y arrastró los pies por la alfombra con saña, para limpiar la suela, antes de acercarse al mostrador.

«Vaya principito sin modales» pensó Robín.

—Buenas noches, caballeros —los saludó el recepcionista—. Querrán una habitación, imagino.

—Dos habitaciones —aclaró Arturo—. Solo para esta noche.

—Me temo que con la tormenta solo nos queda una, pero es doble, así que podrán descansar sin problema.

Robín y Arturo se miraron sin muchas ganas. Robín sonrió con burla para molestar a Arturo, quien se veía bastante fastidiado por tener que compartir habitación.

—Qué remedio —aceptó, desganado.

Pagó el alojamiento con el dinero que Merlín les había dado, y cuando el señor fue a entregarle la llave, Robín la recogió primero, provocando que gruñera, molesto.

—Ahora mismo les calentaré agua —dijo el hombre.

—Se lo agradecemos —respondió Robín muy amable.

—Suban por aquí. La segunda planta —les indicó.

—Gracias —dijo Arturo, dirigiéndose a la escalera.

El lugar era bastante pequeño y claramente no se encontraba en las mejores condiciones, pero no podían esperar demasiado, al menos el servicio era amable.

—Tendré esto en cuenta —comentó Robín.

—¿El qué?

—No te gusta la lluvia —dijo resaltando su mal humor.

—El que no me gusta, eres tú.

—Oh, me siento muy ofendido.

Arturo resopló.

—Este viaje se me va a hacer muy largo —murmuró.

Entraron a la habitación y ambos se quedaron observando la cama con fastidio en cuanto la vieron.

—Cama doble —entendió Robín a lo que se refiere el recepcionista. No era una habitación de dos camas, sino con una cama para dos personas.

—¿Y se supone que ahí entran dos personas? —cuestionó Arturo.

—Bueno, no pasaremos frío —bromeó Robín.

—Sí, ya, claro. En tus sueños. Voy a hablar con el de recepción.

—Ya te ha dicho que no hay más habitaciones. A no ser que tu idea sea dormir en el establo, en cuyo caso, no me opondré.

—No pienso acostarme contigo.

—Wow, ¿no crees que vamos muy rápido?

Arturo sintió su rostro arder.

—¡Sabes que no me refería a eso! —replicó, avergonzado.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora