Mientras los más jóvenes se infiltraban en Nottingham, Merlín y Toush entraron al pueblo por las catacumbas del monasterio, las cuales poseen una serie de habitaciones secretas. Los túneles que conectaban con el castillo se dirigían hacia las catacumbas.
Toush y Merlín caminaron por los pasillos, alumbrados por una serie de antorchas situadas en los muros de piedra, que la maga había prendido con su magia. Merlín se mantenía callada y concentrada, pero Toush no podía evitar estar nervioso al encontrarse junto a ella. Merlín era como una leyenda, costaba creer que fuera real.
—Entonces, ¿eres hombre o mujer? —preguntó algo descuidado, mientras la seguía con la carretilla. No pretendía hacer una pregunta tan inapropiada, pero se le escapó por los nervios—. Da igual. Déjalo. Lo siento. No debí preguntar.
Merlín rodó los ojos.
—Mira, cuando quiero puedo aparentar ser hombre o mujer, (aunque no es algo fácil), pero me siento identificada con ambos géneros. Por lo tanto, me da igual si me llamas mago, maga, o lo que te plazca. Normalmente, la gente se dirige a mí según el aspecto que tenga en ese momento. Y no me importa, la verdad.
—Oh, entiendo. Perdón si te incomodé.
Merlín no se molestó. Con el pasar de los siglos aprendes a identificar rasgos o cualidades de las personas en poco tiempo, aunque, claro está, nunca a conocerlos del todo. Pero podía ver que Toush era un buen hombre, muy respetuoso, quizá de esos hombres demasiado buenos; lo cual a ojos de Merlín no era una virtud.
—Descuida. Es mejor preguntar qué hablar sin saber.
—Lo sé. La gente puede llegar a ser muy cruel.
—No lo sabes tú bien —murmuró Merlín.
—Ahí —señaló Toush.
Aparcó la carretilla, se adelantó y comenzó a palpar uno de los muros. Presionó una piedra y de repente la pared se abrió, corriéndose hacia un lado, dejando ver unas escaleras que ascendían.
—Los Hood tenéis buena memoria —apreció Merlín.
—John dice que esa es la clave para sobrevivir.
—«Recuerda todo aquello que aprendas para no volver a fallar» —recitó Merlín—. Es un proverbio Faehi.
Subieron las escaleras y abrieron una trampilla que los llevó hasta una bodega. Merlín fue la primera en salir, y se encontró de frente con un fraile temeroso, que la apuntaba con una escoba.
El hombre era de piel clara, delgado, con una ligera barba y el pelo castaño. Tendría unos cuarenta años como mucho.
—¿Qué hace? —preguntó Merlín, saliendo de la trampilla como si nada.
El hombre se veía claramente asustado.
—¡Tranquilo! No hay por qué temer. —Toush se apresuró a salir para calmar al hombre.
—¿Toush? —El fraile bajo la escoba y lo observó anonadado—. No puede ser... Tú estabas... Estas...
—Hola, monje Rady. Me alegro inmensamente de verlo.
—Amigo... —Rady abrazo a Toush, emocionado.
Toush siempre había sido bastante católico y cuando vivía en Nottingham solía ir muchas veces a rezar al monasterio, incluso solo a visitar al fraile Tuck y al monje Rady (quien ahora lo había sustituido como fraile). A pesar de que Toush no compartiera la postura extremista de sus padres, sí que era creyente, pero tenía un pensamiento mucho más liberal.
Rady era el último rayo de esperanza que le quedaba al pueblo de Nottingham. Como fraile debía servir a sus feligreses y velar por su felicidad y bienestar. Pero poco podía hacer en aquellas circunstancias.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasySeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...