Aquella noche Arturo apenas pudo dormir, y no solo porque fuera la primera vez en mucho tiempo que no lo hacía Robín, sino porque se sentía incómodo. No conocía a nadie allí, y percibía que la incomodidad era recíproca. Los Hood eran amables (la mayoría), pero se notaba que habían pasado mucho tiempo huyendo y no se fiaban de nadie. Se turnaban para hacer guardias mientras los demás descansaban. Él se ofreció a hacerlas, pero estos se negaron, claramente porque él era una de esas cosas de las que debían prevenirse. Entendible, a su parecer. Pero intentar dormir con tantos ojos sobre él, le hacía mantenerse todavía más despierto. No fue hasta que Robín y Laura se recostaron en el suelo junto él, que después de varias horas pudo conciliar el sueño, casi de madrugada. La cercanía de Robín lo calmaba, aunque fuera de esa forma.
Suponía que a la pequeña Laura no le haría demasiada gracia, que se hubiera dado cuenta de cómo abría los ojos cada cierto tiempo, para asegurarse de que Robín seguía allí, y que siempre mantenía una mano sobre él, como si temiera despertar y que solo hubiera sido una ilusión. La entendía demasiado bien, porque él también lo había hecho.
Para cuando despertó a la mañana siguiente, ya era algo tarde, y no quedaba nadie más, excepto él en la cueva. Por un segundo estuvo a punto de entrar en pánico, hasta que Mera apareció.
—Buenos días —lo saludó con una gentil sonrisa.
—Hola. ¿Qué hora es?
—Las doce ya.
—¿Tanto he dormido?
—¿Tanto? Pero si anoche no pegaste ojo. Robín nos exigió que no te despertáramos.
Arturo enmudeció por un momento, conmovido por la acción del arquero. «Todavía cuida de mí» pensó, casi esperanzado.
—Gracias —le agradeció a Mera.
Echó un líquido de una botella en un vaso de madera y se lo entregó a Arturo, junto con un panecillo.
—Ten, come. No tenemos demasiado para desayunar.
Arturo lo tomó sin problemas.
—Gracias. —Probó la bebida; era un zumo de frutas—. Está muy bueno.
—En Targlett hay una gran cantidad de bayas, solo debes saber identificarlas.
—Supongo que si no muero en unas horas, habréis elegido bien. O no.
Mera rio por la broma. Arturo sentía que lo estaban analizando todo el tiempo, pero estaba menos incómodo de lo esperado en aquel momento, quizá porque era consciente de que ellos sabían que él también lo estaba haciendo.
—¿Y los demás?
—Fuera. Posiblemente entrenando. ¿Vienes?
Arturo asintió y siguió a Mera fuera de la cueva, mientras se terminaba el desayuno. Fuera encontró a Robín entrenando con Laura, mientras los demás los observaban, algunos realizando otra actividad como afilar y limpiar sus armas.
Con tan solo doce años, Laura hacía tambalearse a Robín. La niña no tenía piedad y era tan rápida que casi no la veías venir. Arturo comprendió por qué decían que era muy parecida a Robín (y no solo por el físico), su estilo de pelea era muy similar. Ambos eran muy ágiles y rápidos, parecían saber cuándo y cómo moverse en el momento exacto. Estaban muy igualados.
La niña mordió el brazo de Robín para librarse de su agarre. Táctica algo ruda, pero muy eficaz. Logró tirar a Robín al suelo y se colocó sobre él, poniéndole una daga en el cuello.
—Está bien, está bien. Me rindo —dijo Robín, divertido. Y en un rápido movimiento cambió de posición con Laura, dejándola a ella bocabajo, inmovilizada en el suelo—. Nunca bajes la guardia, cielo.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasíaSeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...