Capítulo 14: El problema

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Robín abrió los ojos por la mañana, algo incómodo, no se sentía bien y le costaba descansar. Se despertó de madrugada y contempló a Arturo a su lado, durmiendo. Se habían pasado gran parte de la noche despiertos, así que procuro no hacer ruido para no despertarlo. Se acomodó la ropa y salió fuera. Caminó hasta el pozo para beber agua y mojarse un poco la cara. Le dolía la cabeza y estaba bastante cansado. Abrió y cerró las manos, ansioso, y comenzó a caminar por los alrededores. Había una bonita pradera, con algunos árboles que daban una buena sombra, y a lo lejos se podía ver el bosque. Hacía buen tiempo aquella mañana, el cielo estaba despejado y corría una agradable brisa, pero aun así, Robín no se sentía bien, era como si todo su cuerpo estuviera incómodo. Era muy desagradable.

Se distrajo como pudo preparando el desayuno y contando el dinero que tenían. Arturo despertó un par de horas después.

—Buenos días —lo saludó.

—Buenos días. Ya está el desayuno, come.

Arturo analizó a Robín, intentando no ser demasiado descarado. El arquero parecía ansioso y cansado, su incomodidad era demasiado notable, y Arturo temía que se debiera a aquel intenso momento del día anterior.

—He contado el dinero que tenemos. Bueno, el mío y el que nos dio Merlín. Con eso y el tuyo, estaremos bien por bastantes meses, pero hay que administrarlo.

—Todo tuyo, te cedo ese honor. —Robín sonrió levemente—. ¿Cuánto tiempo llevas despierto?

—Como dos horas.

—¿Dormiste algo?

—Pues no. Me quedé despierto admirando tu singular belleza al roncar —se burló—. ¿Sabes que babeas cuando duermes?

—¡Yo no ronco! Ni babeo.

Robín lo miró con incredulidad.

—Lo que tú digas. Tienes que ir a comprar varias cosas al pueblo. —Le entregó un papel—. Te he hecho una lista.

Arturo lo miró algo sorprendido y divertido por la situación.

—Vaya. Qué mañana tan productiva.

—Procura llegar antes de la cena.

—¿Y tú qué harás?

—Dejar las camas algo decentes para poder pasar la noche. Espero que la madera amortigüe tus ronquidos.

—¡Qué yo no ronco!

—Ah, claro. A eso es a lo que se le llama invocar al diablo.

Arturo lo miró con reproche.

—Jaja, me descojono contigo —dijo sarcástico.

—Anda, espabila y desayuna. Tienes cosas que hacer.

—Mandón.

—Te encanta —contestó Robín guiñándole el ojo.

Por mucho que Arturo quisiera evitarlo, se le escapó una sonrisita.

Tras el desayuno y ultimar lo que necesitarían, Arturo se puso en marcha y ensilló a su caballo.

—Espero encontrar la casa limpia cuando vuelva y la comida en la mesa —bromeó al montar.

—No soy tu sirviente.

—¿No ibas a quedarte a limpiar?

—Me quedo para aflojar el sofá y que te caigas mientras duermes.

—Entonces supongo que tendré que dormir contigo.

—¿Tantas ganas tienes de meterte en mi cama? —respondió Robín coqueto.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora