Capítulo 30: ¡La batalla de Nottingham!

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La comisaría de Nottingham no estaba muy lejos de la prisión, pero se encontraba fuera de la muralla. Era una gran estructura de madera, más resistente que las casas del pueblo, pero no tanto como las construcciones de piedra. Esta era de dos pisos y contaba con un patio interior. También poseía un balcón sobre el que solía hablar el sheriff, con aires de superioridad, cuando se dirigía al pueblo. En su interior había varias celdas, donde apresaban a los ciudadanos de manera provisional antes de llevarlos a la prisión. También tenían una sala de armas, un comedor, una cocina, el despacho del sheriff y algunas habitaciones donde descansaban los guardias.

La comisaría poseía bastantes muros de carga, y fue justo ahí donde la astuta Laura puso las bombas. Colocó los explosivos de manera estratégica por fuera de la comisaría, de modo que cuando detonara uno, los demás caerían como piezas de dominó, uno tras otro. No fue precisamente sencillo esconder los explosivos ni esquivar a los guardias, pero Laura era pequeña y rápida, y Jay lo bastante irritante como para distraer a los soldados lo suficiente para darle tiempo. El último explosivo lo colocaron en la parte de atrás del edificio, antes de que saliera el sol.

—Espera, ¿cómo vamos a detonarlo sin que nos estalle en la cara? —le preguntó Jay—. La mecha es muy corta, en cuanto la encendamos explotara. —Laura rodó los ojos y le mostró a Jay una pequeña botella de cristal, con un líquido transparente—. ¿Eso es alcohol?

—Sí. —Laura echó un poco del líquido sobre la bomba y se fue alejando, dejando un pequeño camino hasta acabar la botella—. Ahora solo tenemos que prender la llama. Nos dará tiempo a alejarnos un poco. La explosión no será tan grande, pero con esto es suficiente. —Laura habló con malicia, como si disfrutara de aquello.

—A veces me das miedo, Laura.

Laura lo miró con recelo.

—Cállate, imbécil. —Miró al cielo y noto como el sol comenzaba a salir—. Solo unos minutos.

Sacó dos piedras que solía llevar siempre encima para hacer fuego. Era muy previsora, y más después de haber dormido tantas veces al raso en mitad del bosque. Prefería tener materiales habituales a mano que supiera bien cómo manejar.

—Los trabajadores deben estar en la mina al alba —comentó Jay—. Casi no les dejan ni descansar.

—Pues espero que esta noche lo hayan hecho, porque esto se va a poner feo.

De repente, Jay se echó a reír.

—El sheriff está dentro —dijo complacido.

Laura sonrió.

—Pues disfrutémoslo.

En cuanto los primeros rayos del sol iluminaron el cielo, Laura prendió la mecha. Las chispas provocadas por las piedras cayeron sobre el rastro de alcohol, creando un pequeño camino de fuego que avanzó velozmente hasta la bomba. Ambos corrieron de inmediato en cuanto se prendió, y pegaron un salto tan solo un segundo antes de que la bomba estallara. Fue una serie de explosiones en cadena, mucho más grandes de lo que esperaban. Algunos escombros volaron por los aires y cayeron cerca de Jay y Laura, pero por suerte, ninguno les dio. Tan solo se llenaron de polvo.

—Con qué pequeña, ¿eh? —mencionó Jay.

—Soy un puto genio —declaró Laura, impresionada y orgullosa de sí misma.

—Amén. —Jay no podía negarlo.

Alrededor de la muralla, el edificio más cercano era la comisaría, así que la explosión no afectó en gran medida a la gente del pueblo. Pronto las calles se llenaron de bullicio y peleas. Hombres, mujeres, e incluso adolescentes se rebelaron contra sus opresores.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora