Capítulo 8: Empieza el viaje

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Regresaron al campamento casi al mismo tiempo, y justo cuando Arturo desmontó de su caballo, escucho como Robín accedía a la petición de la maga y le ofrecía su ayuda.

«No sabes donde te estas metiendo» pensó Arturo, resignandose a replicar.

Robín lo ignoró el resto de la tarde y Arturo tampoco le dio importancia a esto.

Por la noche, la maga le ofreció la tienda a Robín para que durmiera solo, ya que aún se encontraba herido. Obviamente, se negó, pero al final terminó por convencerlo, debía cuidar sus heridas si quería marchar pronto. Merlín y Arturo dormirían en la intemperie.

Pronto los tres se acostaron; Robín en la tienda, y Arturo y Merlín junto a la hoguera, cada uno a un extremo, alejados uno del otro.

Pasaron las horas y Robín no pudo conciliar el sueño, sus heridas le molestaban un poco, pero realmente no era por eso, eran sus pensamientos los que no lo dejaban descansar.

Salió de la tienda y vio a Merlín junto a Arturo, con la mano sobre su cabeza, soltando chispas azules. Se encontraba dormido.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, alarmado, pero en voz baja.

Al acercarse vio que Arturo parecía estar teniendo una pesadilla, su entrecejo estaba arrugado y su cuerpo temblaba ligeramente. Lentamente se fue calmando gracias a la magia de Merlín.

—De pequeño también solía tener pesadillas —comentó—, parece que eso no ha cambiado.

En aquel momento la mirada de la mujer era muy maternal y preocupada. Por muchos problemas que hubiesen tenido, se notaba que le importaba Arturo, aunque solo fuese un poco.

—Ha caído redondo —dijo Robín, relajándose.

Ambos hablaban en voz baja para no despertarlo.

—Estaba agotado, llevaba tiempo sin poder dormir.

—Es un hombre peculiar.

Merlín sonrió.

—Y terco. —La maga se levantó y se alejaron de Arturo, para dejarlo descansar—. Es cabezota, gruñón, terco, orgulloso, y leal como nadie. Creo que todo lo malo lo aprendió de mí.

—Entonces, eres como su madre.

Merlín rio.

—Ya te lo he dicho, no soy su madre... Y dudo que él lo vea así.

Robín miró a Arturo y luego volvió a observar a la maga.

—Yo creo que te quiere más de lo que dice, y justo por eso está tan enfadado. Duele más cuando son tus seres queridos los que te lastiman.

—No fui yo quien le traicionó. Pero tampoco estoy absuelta de culpa por su estado. —Robín sentía que la maga estaba siendo sincera, pero con ella, quién sabe—. Robín, siento todo esto, no quiero obligaros a nada, pero estoy desesperada.

—Ya sabías que diría que sí cuando me reclutaste. —Merlín sonrió—. Pero hay algo más, ¿no?

—Sí. —Merlín posó su vista en Arturo de nuevo—. Siempre ha sido un poco gruñón, pero también solía ser bromista y algo más optimista. Creía que lo podía todo... él nunca se rendía.

—¿Y qué le pasó?

—Eso no me corresponde a mí contártelo. Simplemente te diré que sois almas gemelas. —Robín no lo entendía—. Sois diferentes, pero también tenéis cosas en común que os unen, como los pedazos que aún quedan de vuestros corazones rotos. —Robín agacho la cabeza y Merlín le levantó el rostro, acariciando su mejilla, suavemente, con la mano—. Eres un buen chico, siempre lo has sido. —Era un poco inquietante que lo conociera tanto—. Pero estas muy roto. Ya nunca cuidas de ti. Y Arturo cree que la mejor forma de cuidar de sí mismo es aislarse del mundo, y no es así. Se puede disfrutar de la soledad; todos deberíamos aprender a hacerlo; pero no vivir en una constante. Creo que ambos necesitáis este viaje. Tal vez sea egoísta y entrometida, pero me gustaría que le dirás una oportunidad. —Robín volvió a observar a Arturo—. Por favor... no lo dejes solo.

Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora