Arturo se quedó embobado, admirando el dulce rostro de Robín, mientras este dormía entre sus brazos. Se veía cómodo y relajado, pero aun así Arturo temía su reacción cuando abriera los ojos. ¿Se alejaría otra vez? No habían hablado de lo ocurrido antes de quedarse dormidos y, honestamente, no sabría ni qué decir. Aquella noche se convirtió en una explosión de emociones sin desenfreno. Dejaron estallar todo su deseo, toda la tensión acumulada, no solo desde que se conocieron, sino desde mucho antes. Todo lo que habían reprimido explosiono aquella noche, convirtiéndose en un despliegue de sexo, de caricias, besos y gemidos... Una noche demasiado intensa para definirla con palabras.
Y Arturo no quería que terminara.
De repente, Robín comenzó a revolverse en su pecho y tras frotarse el rostro, bastante tierno, sus párpados se abrieron, chocando con los ojos azules de Arturo.
—Buenos días —lo saludó Arturo.
Robín sonrió con dulzura, relajando bastante a Arturo.
—Buenos días.
Era gracioso que Robín se viera tan tierno e inocente, después de lo ocurrido hacía apenas unas horas.
—¿Has dormido bien?
—Pero si no hemos dormido —contestó con picardía, soltando una pequeña risita.
Arturo acarició la mejilla de Robín y le dio un beso en la frente. El cual Robín sintió como el contacto más dulce y reconfortante del mundo, provocando que sus mejillas se sonrojaran un poco. Apoyaron sus frentes en la del otro y se miraron de nuevo a los ojos, muy cerca. Arturo lo observaba con tanto cariño, que Robín sentía que se derretía por dentro.
—¿Estás bien? —le preguntó Arturo.
Robín acarició casi con admiración el pecho de Arturo, tan dulce y reconfortante, que Arturo ni siquiera sentía la áspera piel de los dedos de Robín, para él eran como la seda más suave y fina.
—Sí... Estoy muy bien —afirmó con una sonrisa.
Se acercaron nuevamente a los labios del otro y se besaron, esta vez con más lentitud que anoche, transmitiendo cariño y no solo pasión. Robín rodeó a Arturo con los brazos y este se colocó encima de él, haciéndole sonreír entre sus labios.
—¿Podrías besarme todo el día?
«Podría besarte toda mi vida» pensó Arturo. Pero no hablo, solo contesto con otro beso. Lo envolvió con sus brazos y repartió besos por su cuerpo y caricias que hacían reír a Robín. Pequeños gestos que indicaban lo a gusto que estaban en aquella posición y lo felices que se sentían de que fuera así.
Sentir al otro cerca era simplemente perfecto. Sus manos eran ásperas (las de ambos), pero sus caricias suaves. Sus besos podían ser tiernos, dulces, intensos y apasionados, pero siempre cálidos y reconfortantes. Sus miradas llenas de lujuria, también reflejaban un profundo amor escondido. Y sus palabras... cada mínimo susurro de sus labios se escuchaba como la melodía más dulce.
Arturo abrazó a Robín por detrás y se mantuvieron tumbados en aquella posición durante un rato. Arturo recostaba su cabeza en el hombro de Robín, mientras este acariciaba su brazo sobre su cintura.
—Siento como te traté ayer —dijo de repente.
—Si te refieres a en la cama, eso me gusto.
Robín se rio.
—Sabes de lo que hablo. —Robín se colocó bocarriba para mirarlo a la cara—. He sido muy injusto contigo muchas veces... —Acarició su mejilla— y aun así te has quedado. ¿Por qué?
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasySeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...