El viaje a Targlett era de tres días a caballo o cinco a pie, así que tardaron algo más en llegar caminando. Robín conocía bien el camino, así que no les fue muy difícil esquivar a la gente u orientarse por el bosque. Arturo sabía que Robín estaba preocupado, pero este se mantenía extrañamente alegre. No sabía si era la alegría de volver a Bastha o simplemente fingía para no hundirse en la miseria, pero estaba muy confundido. Aunque eso no era lo único que atormentaba a Arturo. Se acostaron, y fue maravilloso, pero ninguno había vuelto a mencionarlo. Tampoco es como qué supieran que decir al respecto. Había algo entre ellos, algo más allá de simple atracción, y eso ambos lo sabían. Lo que aún no tenían claro, era hasta donde querían llegar.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Arturo de repente—, volviendo a casa...
Robín se tensó un poco. No quería hablar de ello.
—Es raro. Pero... —Suspiró—. No sé. ¿Podemos no hablar de esto? La verdad es que ahora, —Agarró su mano—, quiero disfrutar del viaje. —Arturo lo miró sorprendido y Robín sonrió—. Vamos.
Robín tiró de él, internándose en el bosque. Se notaba que estaba habituado a moverse fuera de los caminos, por lugares abruptos pero preciosos. Aquel viaje fue muy diferente al que iniciaron meses atrás. Ellos habían cambiado. Habían sanado. Y eso se apreciaba en Robín.
El arquero disfrutaba del trayecto, admirando el paisaje y brincando como un cabritillo por el bosque, mientras le mostraba a Arturo cualquier cosa que le pareciese peculiar o no abundara fuera de Bastha, como algunas flores o animales de alrededor. La angustia de Arturo se desvanecía poco a poco a medida que se dejaba llevar por su alegría. Las muestras de afecto y los coqueteos se acentuaron con el pasar de los días; cuando se agarraban en algún juego; se tomaban de la mano al caminar; se abrazaban; o se abalanzaban sobre el otro solo porque sí, colgándose de su cuello.
Juegos tontos en el río. Carreras por el bosque. Impulsarse para subir a los árboles y recoger algo de fruta para comer. Y hacer hogueras por la noche, mientras admiraban las estrellas, envueltos por los brazos del otro. Eran solo algunas de las cosas que hicieron aquel viaje más ameno, divertido y especial.
A Robín le resultaba demasiado fácil soltarse con Arturo, dejarse llevar por su gentileza, sus bromas y su afecto, ignorando todo lo que provocaba en él.
Por su parte, Arturo escuchaba su corazón palpitar con fuerza junto al de Robín cada vez que este reía. Amaba el sonido de su risa y observarlo con aquella sonrisa, mientras le relataba alguna anécdota con sus hermanos. Sin poder evitarlo, la palabra que había intentado borrar de su mente, aparecía cada vez que el arquero lo tocaba.
Amor.
Se estaba enamorando de Robín y ya no podía ponerle remedio.
La tercera noche de viaje, mientras admiraban el cielo, Robín se recostó en su hombro y Arturo lo rodeó con el brazo. Se sonrieron y se miraron a los ojos. Arturo había estado evitando aquella mirada, porque cuando lo observaba tan fijamente, el impulso de besarlo de nuevo se apoderaba de él. Y, al parecer, de Robín también, porque apenas dudó en besarlo por fin.
Aquel beso fue el permiso que ambos necesitaron para convertirlo en un hábito y juntar sus labios durante todo el viaje, siempre que les venía en gana.
La última noche, antes de llegar a Targlett, tuvieron que resguardarse en una cueva, tras estallar una tormenta. Había restos de una vieja hoguera, que Robín pudo utilizar para encenderla de nuevo y calentarse. A Arturo le maravillaban sus habilidades de supervivencia. Nada parecía poder con Robín Hood, a pesar de que lo hubiera visto en la miseria.
Tras cenar y entrar en calor junto al fuego, Robín se quedó observando la lluvia muy cerca de la entrada. Estaban a un día de regresar a casa, o bueno, de estar junto a ella, y claramente su ánimo iba decayendo mientras le invadía el miedo.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasySeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...