Pasaron los días, las semanas, los meses, y se cumplieron cuatro meses desde que emprendieron el viaje. No habían recibido ninguna noticia de Merlín, pero, tal como estaban las cosas, quizá fuera mejor así, al menos de momento
Robín reconoció que necesitaba ayuda, y encontró en el cálido abrazo de Arturo una razón para esforzarse, para mejorar, para seguir. Arturo se comprometió a ayudarlo a superar su adicción. No tenía demasiado claro cómo, pero se mantendría a su lado.
Una mañana, Arturo encontró en el pueblo, tiradas en la calle, unas escobas rotas y se las llevó a la cabaña. Las pulió y arregló para convertirlas en unas varas de madera para entrenar. El ejercicio era algo que le gustaba a Robín, se divertía entrenando, y sobre todo, se distraía. Y si de verdad iban a hacer frente al Señor Oscuro, necesitarían volverse más fuertes.
—Ten —dijo un día lanzándole una de las varas en el jardín. Robín la atrapó al momento y Arturo sonrió—. Parece que tus reflejos están bien.
—¿Para qué es esto? —preguntó Robín, confuso.
Había intentado mantenerse sereno, utilizando cualquier recurso para controlar su ansiedad. Uno de ellos era sentarse en el jardín, bajo la sombra de un árbol, y meditar. Concentrarse en el roce del viento, el sonido de los caballos y admirar el paisaje a su alrededor, le daba mucha paz. Sobre todo, cuando Arturo se sentaba a su lado y le hablaba de cualquier cosa, o comenzaban una disputa tonta, casi juguetona sobre cualquier tema banal que en verdad no les importaba.
Su compañía, sin duda, se había vuelto el mejor remedio para su ansiedad.
—Una vara para entrenar. O bueno... —Observó la vara—. Tal vez, más bien, un arma. Quiero ver cómo te manejas con la espada... o con el palo.
Robín se rio.
—¿En serio? —Observó la vara en su mano—. Esto es demasiado corto para ser una vara.
—Por eso la utilizaremos para ver tu manejo de la espada. Tenemos que estar en forma si vamos a enfrentarnos al Señor Oscuro. Además, te ayudará a distraerte. Tal vez tener la mente ocupada sea lo que necesitas.
—¿No decías que apartarlo no me haría bien?
—No se trata de apartarlo, sino de canalizarlo en algo. En algo bueno. —Arturo le sonrió—. Vamos. —Le tendió la mano—. Enséñame lo que sabes hacer. Si es que sabes pelear, claro. —Lo retó con su voz.
—Oh, conque esas tenemos, ¿eh? —Agarró su mano y se levantó—. Veremos cómo te manejas sin la espadita mágica.
—Uhhh. Ya veremos como de chulito puedes ponerte.
Ambos rieron y comenzaron a pelear.
Era increíble cómo se movía Robín. Aun estando enfermo, malherido o borracho, sus movimientos eran diestros y rápidos. Era experto en sobrevivir, y eso implicaba saber defenderse en circunstancias casi inhumanas. Aun así, era evidente que la espada no era su arma predilecta.
—Eres lento —dijo Robín con la vara frenando la de Arturo.
—Y tú estás débil. —Arturo se movió rápido y agarró a Robín, rodeándolo por la cintura desde atrás—. Hola —dijo burlón.
Robín le dio un codazo y se apartó.
—Deja de burlarte.
—¿Nervioso, flechitas?
—Siempre me pones de los nervios.
Arturo sonrió, socarrón, y atacó de nuevo.
Era la primera vez que entrenaban juntos, y resultó bastante divertido. Hacía mucho tiempo que ninguno peleaba solo por diversión.
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Robín y Arturo: El heraldo de Nottingham [LRDN #1]
FantasíaSeguro que ya conocéis la historia del rey Arturo, de Camelot, de Excalibur y de Merlín. Y seguro que también conocéis la leyenda de Robín Hood y el pueblo de Nottingham. Pero, ¿y si Camelot y Nottingham no estuviesen dónde creíamos? ¿Y si existiese...