Lo único que se escuchaban eran los pasos de los caballos y el traqueteo de las ruedas, mi acompañante parecía pensativo, miraba el cielo desde la ventana del carruaje mientras se sobaba el labio. Bajo mi vestido se encontraban mis herramientas principales, en una muslera estaba asegurado un revolver pequeño, en mis gemelos tenía largos y filosos cuchillos casi del tamaño de mi fémur, al costado de mis pechos tenía una navaja pequeña, mi brasier tenía pequeños bolsillos en donde deposité 4 pastillas, todas ellas eran recetas desarrolladas por Hanji, un par funcionaban tan efectivamente como el suero de la verdad, después de unos segundos, las personas empiezan a cantar como pajaritos; por supuesto, si les haces una plática cordial y si quieren responderte, en caso de que detecten que están bajo sus efectos y se mantengan en silencio, es difícil obtener información. Las otras dos pastillas, mucho más pequeñas, son una dosis de venenos, que en menos de 15 minutos te dejan más tieso que un pan viejo a la intemperie.
- De no ser por usted, hace 10 minutos estuviera muerto.- Escuche la masculina voz rompiendo el mutismo que se había autoimpuesto.- No sé cómo agradecerle señorita Mikasa.- Me dijo mientras me tomaba las manos, sus ojos grises se veían tan brillantes que por un momento pensé que lloraría.- Me siento demasiado ingenuo.- su semblante se veía decepcionado y mientras hablaba me apretaba inconscientemente las manos.
- De verdad, no es...- Mis palabras fueron interrumpidas, cuando el carruaje se volcó de repente. Por instinto abracé a mi protegido, cubriendo su cabeza con mi cuerpo.
Era una contaminación sónica lo que sucedía afuera, se escuchaban los caballos relinchando con desespero, voces masculinas que gritaban cosas completamente inentendibles. Pasos rápidos se acercaban en un ligero trote, la puerta fue forzada y una oleada de desconocidas manos se encontraban arrastrándonos al exterior. 6 hombres encapuchados nos rodeaban, dos de ellos tomaban fuertemente por los brazos al castaño, solo uno me agarró por mi cabello y me forzó a arrodillarme.
- ¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué hacen esto?- Preguntaba a gritos el castaño mientras intentabazafarse de los dos hombres que eran igual de acuerpados y altos que él.
- Solo diremos que le llegó su hora, "Mi Lord"- Burlescamente sacaba entre sus ropajes un revolver y apuntaba al de ojos grises en la cabeza.
- ¡Espere!- Grite por primera vez llamando su atención.-¿Quién les paga por esto? Podemos darle el doble de lo que cobren.- Intenté distraer.
- Es raro no ver a una chica llorando en esta situación.- Exclamó el hombre del revolver mientras se volteaba a mirarme. Unos ojos grises me miraban con preocupación, con mi mirada le comuniqué a Fabián que todo estaría bien.- ¿Será que llora cuando nos la cojamos entre todos? – Le preguntó riéndose a uno de sus acompañantes.
- ¡Solo quiero saber quién les paga por esto!- Ignoré el asqueroso comentario.
- Lord Fabián, ¿De dónde encontró una perrita de tan fina raza? – El regordete hombre ignorándome le preguntaba al castaño.
- ¡Respétala bastardo!- La embestida del castaño fue retenida por sus captores. El que ya había deducido era el jefe, le dio un puñetazo en la cara.
- Eso quiere decir que no nos dirás quien los mando, ¿Me equívoco? – Volví a preguntar, a lo que el hombre solo se carcajeó.
- Definitivamente, ¿Quién eres maldita zorra?- El desconocido se acercó hasta mí y me tomó por el mentón mientras detallaba mi rostro el cual estaba carente de toda emoción.- Viéndote de cerca, estas muy bonita. Aunque que no llores o grites me irrita, queremos diversión.- Con un gesto de la mano ordeno a uno de los hombres que se acercara a mi.- Cambie de opinión.- Volteó a mirar al castaño, que en estos momentos me veía asustado.- Violaré a tu perrita frente a tus ojos. ¿No es divertido mi lord?-
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Tradición -Rivamika- (Finalizado)
FanfictionQue vulgar y asquerosa tradición. -Ackerman- Saludo a la joven que esperaba frente a la puerta de mi habitación, ella me mira fijamente. - Instruyame por favor. - Me dice directamente, su semblante irradiaba seguridad, pero sus puños apretados del...