XXIV

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Los sucesos de la noche pasada llegan en fragmentos de vergonzosos recuerdos que me desconcentran en mi día a día. Mi traicionero cuerpo ardía en deseo al rememorar aquel fatídico idilio; Culpaba a aquel pequeño hombre por ser el verdugo de mi concentración cotidiana. A veces me encontraba sintiendo en la punta de mis dedos aquel tacto de su piel de seda mientras en contraste tomaba la rasposa madera de la leña, comparaba el cansancio de mis piernas al correr con el mismo agotamiento que sentí después de unirme a él en una sola carne, los arneses de mi equipo de maniobras lo asimilaba con los brazos juguetones de aquel varón, inclusive me sorprendía mi misma tocando mis labios en un intento de no olvidar la pasión de cada uno de sus besos. Maldito sea, se supone que esto no debía ser así.

Si bien el desahogo sexual que sentí después de intimar con mi capitán fue lo suficientemente efectivo y satisfactorio como para mantenerme "flotando" al siguiente día; Por muy bueno que haya sido aquel enano en la cama, no lo podía dejar apoderarse de lo más intimo que poseía, mis pensamientos. Aquel espacio en mi cabeza donde podía mostrarme, enfocarme y visualizarme; donde yo era la única que conocía la totalidad de mi persona, donde yo misma podía aplaudirme, llorarme o juzgarme a mi maldito antojo. Me negaba a cederle más que mi cuerpo, no podía entregarle mi alma, porque mientras mi alma tuviera un propósito que seguir no podía permitirme distraerme de mi visión ideal. Atribuía mi actuar sentimental a mi edad, mi falta de experiencia y conocimiento cumple con la categoría de vida en la que aún me encuentro; mi avanzada adolescencia convierte aquel poderoso factor juvenil en una enfermedad de ignorancia para adolecer.

Reflexionaba de mi penosa capacidad para mantener el control de mis pensamientos cuando lo vi, jugué entre mis dedos con el reseco pasto que me servía de asiento, mientras que sentada bajo la sombra de aquel roble veía como aquel hombre se acercaba a mí. Había pasado al menos 3 días desde que no lo veía y me parecía percibir como sus hombros se habían ensanchado, la escasa barba de dos días le daban el complemento a ese caminar tan imponente que ahora me daba cuenta que poseía. No pude evitar el golpeteo en mi corazón al ver su lacio cabello brillar bajo el ardiente sol, sus ojos claros estudiándome mientras avanzaba en mi dirección ocasionaron que mis mejillas ardieran en vergüenza. Era increíble la rápida transición de mis propias emociones en tan pocos segundos. Levanté la mirada para recibir al hombre parado a mi lado, esperaba que él hablara primero porque sinceramente no sabía que decirle.

- Cuanto tiempo.- Fue su sencillo saludo mientras dejaba caer su peso a mi lado.

- Han pasado solo 3 días y medio.- Observar las nubes me transmitía la paz que la presencia de mi acompañante alteraba.

- ¿Los contabas?- La duda en su voz era genuina, sin ninguna pizca de maldad, sin embargo no pude evitar sentirme completamente atrapada.

- Con una rutina preestablecida, es inevitable no saber cada hora de mi vida.- Quise excusar, él solo hizo una mueca en entendimiento mientras apoyaba su espalda en el tronco del árbol y miraba las nubes junto a mí.

- No fueron tres días.- Su declaración me desconcertó, estaba completamente segura de no haberlo visto desde aquella vez. Voltee a ver su rostro y sus facciones lucían serenas, en sus ojos claros se paseaban como espejos la sombra de las nubes.

- Estoy segura que sí.-

- Tu noción del tiempo no es equivalente al sentir de mis segundos.- Él suspiró con un sentimiento de angustia, estiró una mano al cielo y observe como simulaba atrapar una nube entre sus dedos.- ¿a qué se debe este sentimiento de pérdida que siento? ¿Por qué te siento tan lejos si estas acá a mi lado?- El shock que sentí tras sus palabras hizo que picaran mis ojos, con un mar contenido en mis pupilas respiré profundo en busca de entendimiento.

Tradición -Rivamika- (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora