IX

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     Era insólita la rapidez que obtenía la mujer de gafas cuando él la perseguía. Fácilmente podía recorrer todas las paredes de las murallas mientras él apenas estaba reaccionando. La amargura que sentía en ese momento deformaba su rostro; La firme postura del soldado que recibió las riendas de su caballo, delataba la exagerada tensión que ocasionaba su presencia en los establos. Con más fuerza de la necesaria deposito las correas de cuero en las manos de su subordinado, mientras que comunicaba con una irritada mirada que su desaparición en los próximos 3 segundos era el motivo de su próxima supervivencia. Camino a grandes zancadas dejando un rastró de agua a su paso. Nadie se atrevía a juzgarlo o preguntar el porqué de su húmeda presencia, simplemente se hacían a un lado y dejaban el libre tránsito a su capitán.

     En menos de la mitad del tiempo que tardaba usualmente para llegar de los establos a sus aposentos, se encontraba cerrando con dureza la puerta de su habitación. Al parecer todos los sargentos que habitaban en esa área de residencia sintieron su aura como símbolo de mal presagio y resguardaron su integridad física desalojando toda la zona y sus alrededores. Era costumbre popular el andarse con extremo cuidado cuando se trataba de él, pues, su reputación de irritabilidad y mal humor lo precedían; Costumbre que por supuesto, la maldita loca de Hanji no seguía, así como tampoco ninguna referente a la moralidad y prudencia que dictaban la sociedad. Maldijo internamente a la mujer, luego de que su garganta se cansará de insultarla en voz alta, mientras ella despavorida huía más rápido que una nerviosa gallina.

     Pateando fuertemente se despojaba de sus botas, antes de encerrarse con rudeza en el baño. El centro de su frente palpitaba de dolor, su irritabilidad había llegado a un punto tan alto, que el estrés se manifestaba como puyas penetrantes en su cráneo. Sin embargo, la migraña era el menor de sus problemas, allí en medio de sus piernas sentía el dolor insoportable al que era sometido su miembro. Sus dedos ansiosos desabotonaban desesperadamente su pantalón. No sabía a ciencia cierta si las gotas que rodaban en su frente eran por el agua el río o por su agonizante situación. Con una de sus manos liberó por fin su palpitante miembro, sentía en la palma de su mano su creciente virilidad; Apoyó pesadamente su cuerpo en la pared más cercana, soltó todo el aire que retenía en sus pulmones mientras comenzaba un rítmico movimiento con ayuda de su muñeca.

     La imagen era inédita, su rostro apuntando al techo del baño, sus ojos azules cerrados fuertemente y su pesada respiración; Era la patética situación en la que se encontraba el capitán Levi. Buscaba la liberación con sus propias manos. En su mente no había otra imagen que no fuera la perfecta silueta femenina de Mikasa; La intensidad de las emociones lo estremecía y se agolpaba como una ola de calor en su miembro, ya no eran retazos de recuerdos de una noche que justo en estos momentos sentía tan distante, de tanto pensar en la mujer de pelo azabache llegó a dudar de su concordancia, pensaba tal vez, a ver maximizado las virtudes de la chica en base al alcohol que había consumido en aquella ocasión. Se equivocó.

     En su memoria quemaba la imagen más malditamente perfecta que alguna vez pudo observar. Se masturbaba mientras pensaba en la simétrica silueta de la chica, no había caído en cuenta de la cantidad desproporcionada en la que deseaba a esa mujer, hasta que literalmente fue abofeteado con la belleza de su cuerpo. Lo que más recordaba, era quedar embelesado con las pequeñas gotas que corrían sin vergüenza entre los firmes senos y se perdían surcando cada cuadro que adornaba su abdomen. Las observó una a una mientras recorrían su piel, tan ensimismados que por un momento sentía la solidez de su cuerpo transformarse en líquido.

    -¡Maldición!- Gruñó mientras aceleraba el ritmo de su mano, si la vista era hermosa, el tacto fue sublime, después de tanto quererlo, ardían en sus palmas la sensación de tocar aquella aterciopelada piel, mientras acariciaba con su nariz el cuello nacarado de la pelinegra.

Tradición -Rivamika- (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora