Era increíble, aun recordaba la primera vez que golpeo a Eren de esa manera, durante el juicio, no diría que se pudo contener gracias a su autocontrol, era un crédito inmerecido; puesto que Armin y todas las personas que la sujetaron aquella vez para que no moliera a golpes al maldito bastardo de Levi , influyeron en evitar la masacre que se aproximaría al dejar que a esos dos se pelearan, pues Mikasa era un soldado muy fuerte y capaz, sin duda alguna, pero el Capitan Levi, como todos sabían, le importaría una mierda devolverle los golpes a la chica de igual a igual, nadie quería que los dos soldados mas fuertes de la humanidad se destruyeran entre sí. Aun después de todo ese tiempo, en el que el asunto paso con relativa facilidad para su gusto, la única que recordaba con resentimiento ese suceso era ella, hasta el propio Eren parecía fascinado y admiraba de sobremanera a su agresor. El pequeño hilo de cordura que la contenía de escupirle a la cara a su capitán se rompió, era el colmo que después de enviarla como su sirviente personal a limpiar sus cosas, aprovechara su ausencia para agredir al muchacho de ojos verdes.
Al abrir la puerta con fuerza y sin ni siquiera-Por respeto- dignarse a tocarla, lo primero que entró en su campo visual, fue el hombre de espalda a la puerta, en su cama estaba su capa y los arneses con los que se sostenía el equipo de maniobras. El hombre lejos de sorprenderse por la intromisión, siguió quitándose su cinturón; Había escuchado los apresurados pasos de la chica antes de que está irrumpiera en su habitación. La recién llegada cerró la puerta con seguro, sabía que el asunto se pondría intenso, por no decir sangriento y no quería que ninguno de sus compañeros o superiores entrara a interrumpir el asesinato que estaba a punto de cometer.
-¿Qué mierdas te sucede?- Cuestionó al hombre, el cual después de desabrocharse el cinturón, quitaba con calma cada botón de su camisa blanca.
- Me ahorraste la molestia de ir a buscarte, esta habitación esta igual de mugre como la deje.- Dijo el hombre calmadamente mientras se quitaba la camisa, quedando solamente en los pantalones del uniforme. La habitación, mirara por donde mirara, se observaba pulcra. Maldita la manía de su habitante.
Sinceramente, mando a la mocosa Ackerman a hacer esas labores, porque su simple presencia entre sus demás subordinados lo desconcentraba. Nunca fue un hombre muy sexual, a pesar de tener tantas mujeres a su disposición para satisfacer esa necesidad carnal, muy pocas veces lo practicaba, era un entretenimiento muy placentero, pero lo sentía rutinario, lo veía como una pérdida de tiempo, no restaba ni sumaba en su vida -ni desempeño- hacerlo o no. No recurría a prostitutas porque le parecía demasiado sucio de por sí compartir contacto físico con las personas, mucho más con aquellas que lo compartían con muchas más personas. Solo podía tolerar unos gérmenes ajenos y eso si la portadora de ellos valía la pena. Las valientes subordinadas que llegaban a ofrecérsele no cumplían estéticamente con su exigencia acerca de la belleza femenina. Pero ella, era perfecta en toda la extensión de la palabra, recordaba nítidamente la imagen de esa chica desnuda, no por nada se tomo su tiempo para analizarla. Era una maldita costumbre estudiar de cerca todo aquello que fuera a tocar o a comerse, inclusive las patatas hervidas que consumía debían ser perfectamente simétrica, no engañaría a nadie, no se consideraba superficialista, pero si perfeccionista. Recordaba en especial sus maravillosos pechos tan firmes luciendo tan erguidos y orgulloso en el torso femenino, había visto muchos senos en su vida, no era un secreto que en muchas de sus múltiples reuniones con los cerdos de la capital, siempre contrataban damas de compañía para hacer su charla más amena, pensaban que estar rodeado de mujeres desnudas desviaba la atención de las porquerías que decían por argumentos, le molestaba de sobremanera que los únicos al parecer imperturbables por ese hecho eran Erwin y su persona.
Llegó a escuchar por accidente como los demás superiores compartían entre risas y sus pestilentes alientos de alcohol y cloaca, las teorías de que tanto él como Erwin eran en palabras textuales - "Rarítos, ¿Quién le haría el favor a quién?, Probablemente se turnaban- " Claro que inmediatamente se callaron y empezaron a sudar frío cuando ambos hicieron presencia en la sala. La imperturbable calma del comandante Erwin, el cual los saludaba en general para empezar la reunión, lo hizo comportarse a la altura. Su yó de hace años probablemente hubiera ahorcado con sus propias lenguas a los cerdos asquerosos que se encontraban allí, dudando de su hombría, joder, le gustaban las mujeres, no, le encantaban; pero Levi se conocía, era la persona mas testaruda y radical del mundo, de dejarse caer en cualquier vicio, sería una labor titanica sacarlo de el, sin embargo, era consciente y sabia cual era su papel e importancia en la legión de reconocimiento. Pero aquel suceso, fue como destapar la caja de pandora en su interior, en estas horas no se reconocía, salio de lo mas profundo de su ser toda clase de perversiones y sadismos que del solo hecho de escucharlas en voz alta, le generaría asco a sí mismo. Después de que la chica Ackerman se retirara esa noche de su habitación, se quedó en la tina completamente ido; quería salir del shock que le había provocado estar en el interior de la mujer, nunca pensó en que dos personas pudieran conectar tan íntimamente y no se refería a alguna cursileria romántica, si no como sentía su miembro tan calidamente arropado por ella, además de cada milímetro de su pulcra piel en perfecto encaje con su cuerpo.
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Tradición -Rivamika- (Finalizado)
Fiksi PenggemarQue vulgar y asquerosa tradición. -Ackerman- Saludo a la joven que esperaba frente a la puerta de mi habitación, ella me mira fijamente. - Instruyame por favor. - Me dice directamente, su semblante irradiaba seguridad, pero sus puños apretados del...