XIV

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     El dolor punzante justo en el medio de su frente lo tenía completamente malhumorado, esa maldita dolencia lo venía acompañando desde hace días, él no era estúpido, sabía que esta migraña, tan terca y constante, tan difícil de ahuyentar aun usando los mejores analgésicos y hiervas medicinales, esa maldita migraña tenía nombre y apellido; Mikasa Ackerman. Mocosa del mal que lo tenía en tan patética situación. Últimamente ya no se reconocía, su impulsividad e imprudencia lo tenía en extremo preocupado, si bien admitía ser una persona irritable y de poca paciencia, no era de ninguna forma tan impulsivo e imprudente como lo venía siendo todos estos días.

     Esta situación era insólita, sin historia ni antecedentes en todo lo que llevaba de vida. Bien le gustaba el sexo, no negaría que la testosterona como a todos los demás mamíferos de su sexo lo volvía idiota. Pero siempre mando en su ser la pulcritud y el autocontrol en los vicios, nunca fue alcohólico, drogadicto, ni adicto al cigarro; Mucho menos visito un burdel. De no ser porque Farlan en sus tiempos de juventud aprovecho la popularidad que ambos habían obtenido en los bajos mundos, aun seria virgen. Pero esa realidad alterna en la que existe un Levi virginal, inexperto y asexual nunca sucederá, no desde que por primera vez pudo sentir el cálido abrazo que solo la entrepierna de una mujer podría brindarle. Siempre buscaba que sus compañeras sexuales sean extremadamente higiénicas, que tengan un olor dulce, cabello sedoso, sea prudente y de preferencia callada.

     Él no era un hombre de muchas palabras, mucho menos buscaba entablar una conversación en pleno acto sexual. Hablar le fastidiaba y sentirse con la obligación de escuchar parlotear a una mujer simplemente porque follaron fue su principal impulso para dejar hace años esas andanzas. Desde que se convirtió en capitán de la legión, la única chica que había rotó su voto de celibato había sido Petra y fue más por hacerle un favor a su subordinada que porque lo haya necesitado o buscado. Después de ella, vino Mikasa; si bien la chica le resultaba atractiva, su impulso protector lo lanzo de lleno a los brazos de la pelinegra, imaginar las masas amorfas que fingían de capitanes y comandantes de la policía militar, tocando la virginal piel de la mocosa aduladora del Jaeger le molestaba. Claro, era simplemente eso, un acto de caridad.

     Acostarse con Mikasa no fue más que un acto de bondad por su parte... ¡Qué idiotez! Ni él se creía semejante estupidez, que caritativo eres Levi, al follarte a tu subordinada... ¡Si claro, cómo no!

     - ¿Qué lo tiene tan pensativo capitán?- La voz mal masticada de Fabián lo sacó de sus pensamientos. Resopló mientras se limpiaba la frente con el dorso de su mano. El sol estaba radiante, el suave vaivén del caballo lo hacía mantenerse pendiente del camino.

     - Mmm- El agotamiento mental no lo dejaba estructurar sus sarcásticos comentarios.

     Después de quedarse una hora en completo silencio, en donde el castaño no hacía más que mirar el bosque desde el ventanal de la oficina de Erwin y el pelinegro leía uno de los tantos libros que el comandante tenía en la habitación, decidieron – En realidad tomo la iniciativa Fabián- dar una vuelta por los alrededores del cuartel, en las extensas zonas verdes que formaban parte del territorio destinado al desenvolvimiento de la tropa de reconocimiento. Refunfuñando, no le quedo más opción que seguir al capitán de la policía militar, quien antes de ir a los establos en busca de algún caballo, fue a su habitación a vestirse de manera casual, libre de cualquier tipo de identificación, distinción o uniforme. Todo por orden de Erwin, quien dejó claras instrucciones en que él era un simple noble quien se encontraba allí de tour turístico en la legión de reconocimiento, de igual forma, el pensamiento popular era que la gente con dinero tenía fetiches extraños y ridículos.

     - Capitán Levi, si estaremos indefinidas horas disfrutando de la compañía del otro, podría por lo mínimo colaborar en hacer este maravilloso tiempo más ameno y llevadero.- El sarcasmo era evidente, pero la petición se escuchaba sincera en la cansada voz del ojigris. El capitán Levi, con su enfundada mano en cuero negro, apretujo con fuerza las riendas que guiaban a su hermosa yegua de pelaje azabache.

Tradición -Rivamika- (Finalizado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora