Me cuesta confirmar lo que yo ya sospechaba. Cuesta más de lo que imaginé, porque muy en el interior de mí aún tenía la esperanza de que Johnny fuera un livenvoyé, alguien como Justin. Estaba equivocada. Mi temor más grande se ha cumplido: mi hermano es un enviado del Diablo.
Me faltan las palabras tanto en mi cabeza como en mi boca; me levanto de la cama y llego hasta el último cajón de mi tocador. Me agacho mientras siento la mirada penetrante del chico que amo a mis espaldas. Rebusco entre mis cosas hasta que doy con mi objetivo. Tomo un papel arrugado de hasta el fondo y me levanto. Me giro para ver de frente a Justin y las manos me tiemblan.
— ¿Qué es eso? —pregunta desde su sitio.
Quiero responderle. Realmente deseo hacerlo pero el dolor es más fuerte que yo. Rápidamente las lágrimas resbalan por mis mejillas y enseguida él se aparece frente a mí. Me observa, me arrebata la hoja de la mano y me atrae a su cuerpo en un fuerte abrazo.
—No preciosa, no llores más... —suplica.
—Es... es la carta que...
—Losé. Shhh.
Mientras me abraza y lloro silenciosamente se dedica a leer la carta que dejó Johnny antes de marcharse. En ningún momento me suelta, me presiona firme a su pecho y después de pocos minutos pega su boca a mi oreja.
—Tu hermano no es como ellos. Él me salvó. —susurra a mi oído—. Dijo que lo hacía para pagarme la vez que yo lo salvé a él.
Lo recuerdo perfectamente. Esa tarde Johnny llegó empapado y tembloroso por la lluvia, dijo que Justin lo había salvado y que ahora lo matarían por ello. Fué cuando conocí por primera vez la dimensión de los dienvoyés. El castillo. La jaula en el techo. La cruz volteada en la pared. Los hombres de ojos rojos y el anciano con la espada. El vacío oscuro y los murciélagos.
Todo flashea en mi mente rápidamente y un escalofrío me atraviesa, esa noche tanto él como yo estuvimos a un paso de la muerte. Trago saliva y respiro fuerte para controlar mi llanto. Me separo de sus brazos y lo miro a los ojos.
— ¿Porqué un dienvoyé ayudaría a un livenvoyé? Johnny abandonó a nuestra familia para irse con Aaron y los otros. Si te dijo que lo hizo para devolverte el favor, lo entiendo. Lo que no entiendo es porqué no simplemente regresó. ¿Porqué tuvo que irse de nuevo? ¿A dónde irá? ¿Qué hará allá? él no puede ser malo. Toda su vida ha demostrado ser un buen hombre, jamás dañó a nadie. Ahora te salvó a tí y también a mí el día del accidente de auto en el que morí por varias horas.
— ¿Cómo? —me interrumpe bruscamente—, ¿De qué demonios estás hablando?
Parece no comprender absolutamente nada, veo la confusión en sus ojos así que hablo:
—Cuando tú y yo tuvimos el accidente y viajamos a tu dimensión. Cuando tuve que ahogarme y tú te quedaste atrapado allá. Cuando desperté estaba muerta y ví como se llevaban mi cuerpo. Horas más tarde una descarga eléctrica me hizo despertar y tenía la mano de mi hermano sobre el corazón. Él me devolvió a la vida.
Justin se queda atónito. Pareciera que acaba de escuchar lo más sorprendente del mundo. Intensifica su mirada con la mía y su frente se arruga.
— ¿Estás segura de que él te revivió?
—Totalmente.
Esquiva mi mirada y se queda mirando hacia el suelo por varios segundos.
— ¿Pasa algo? —pregunto extrañada.
Me mira, me mira y me vuelve a mirar como si tratara de comprender algo en su cabeza.
—Pasa que eso es absolutamente increíble. Un dienvoyé tiene la capacidad de matar, no de salvar. Su naturaleza no les permitiría revivir a nadie. Ellos están en la tierra para deshacerse de inocentes. Me resulta incomprensible que tu hermano te haya devuelto la vitalidad. Eso sólo lo hace un livenvoyé, pero tampoco puede ser uno porque atravesó la barrera que solo los dienvoyés pueden pasar y me sacó de ahí.