Capitulo 43.

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El sábado que despierto la casa está vacía. En el refrigerador encuentro una nota de mamá diciendo que fue a dejar a papá al trabajo y ella a hacer unas compras.

Aprovecho que estoy sola para ir a nadar un rato a la piscina que acaban de inaugurar. Está en el gimnasio a tres calles de mi casa y es gratuito. Una vez que guardo una toalla, una botella de agua y algo de ropa en mi mochila, salgo de la casa y camino por la banqueta. Afuera el aire es frío, las nubes lucen grisáceas y parece que lloverá, pero eso no es un impedimento para mí. Mientras camino frente a las demás casas de mi vecindario me percato de un gran camión de mudanza a unas tres casas de la mía.

¿Nuevos vecinos? no hay nadie afuera pero el camión está abierto y cargado de muebles. No le doy importancia y continúo mi camino varios minutos hasta que llego. El lugar es cerrado y me dirijo a la puerta azul que tiene un letrero pegado en ella:

"ALBERCA GRATIS HASTA EL 10 DE MARZO". Pues claro... debí suponer que tanto encanto se acabaría. Rodeo los ojos y entro. Todo es silencio a excepción de mis pisadas sobre la lozeta.

¡Genial! todo para mí. El agua es tan serena que me apresuro a quitarme la ropa que llevo y dejarme el bañador de una pieza que me puse abajo. Dejo mi mochila con mis cosas en una banca y suspiro. Momento de relajarme. Me acerco a la orilla de la piscina y, tras hacer un par de flexiones con mis brazos y piernas, salto. El agua tibia invade todo mi cuerpo y nado por debajo en línea recta con los ojos abiertos.

La sensación es fabulosa y permanezco moviéndome hacia adelante hasta que el aire me falta. Nado rápido hacia la superficie y abro la boca para recuperar oxígeno. Me tallo los ojos antes de abrirlos, pero apenas recupero la visibilidad, pego un grito de susto, seguido de un:

—¡Mierda!

Frente a mí tengo el torso desnudo de un hombre que me observa con los ojos saltados y claramente sorprendido también.

 

—Me han dicho cosas peores. —dice con gesto curioso.

Reacciono al estar tan pegada a él y nado hacia atrás para apartarme. 

—Perdón, no te vi al llegar. Creí que estaba sola. —me disculpo apenada.

—No te preocupes, yo creí lo mismo.

—sonríe. En ese momento me dedico a observarlo detalladamente: Ojos azules como el cielo, piel blanca, cabello negro, nariz perfecta, labios delgados y unas suaves marcas en sus mejillas al sonreír. Logan Lerman. Es lo primero que se me viene a la cabeza al describirlo con la mirada. ¡Es idéntico!

—Bueno, adiós... —me limito a decir con una pequeña sonrisa, él asiente y sin más me doy la vuelta para seguir nadando.

Voy directa hacia la orilla y decido que daré cinco o diez vueltas. Empiezo nadando por encima del agua pero con la cabeza metida por debajo y simplemente no me concentro. No me gusta dar vueltas estando acompañada, y menos después de lo que pasó.

Cuando llevo tres de ida y vuelta saco la cabeza al llegar a un extremo para descansar. Me agarro a la lozeta con un brazo y me quedo quieta recuperando energía. Observo a mi alrededor y me doy cuenta de que Logan Lerman ya no está aquí, o almenos no donde pueda verlo. Menos mal. Voy a introducirme al agua otravez cuando algo me detiene.

Mi piel ardiendo como la noche anterior. Esta vez más cerca y provocandome escalofríos. Me paralizo y trato de comprender algo, pero el silencio me abunda y entonces siento una presencia detrás de mí. Me doy rápidamente la vuelta y aquí está él: Aaron Coleman.

Grito aterrorizada pero es demasiado tarde. Solo le basta una mirada para hundirme a la profundidad sin darme tiempo de respirar. Muevo desesperadamente mis brazos y piernas hacia arriba pero no puedo moverme y cada vez me hundo más. Necesito aire. Duele.

El día en la dimensión destruída se repite. ¡No puedo respirar! La presión en mi cuerpo es impresionante y mi corazón martillea con fuerza. Mi vista empieza a nublarse y tiemblo frenéticamente. Voy a morir, y esta vez será real. Un gruñido de dolor sale de mi garganta, pero antes de que todo se vuelva negro unas manos atrapan mi cintura y comienzan a elevarme. En cuestión de cinco segundos alcanzo la superficie y volver a sentir el aire me hace tocer tremendamente.

Las mismas manos me llevan a la orilla y me sacan de la piscina cargándome con facilidad. No puedo dejar de tocer e inhalar todo el aire que perdí. Me recuesta sobre la lozeta y se pone sobre mí, ¡Logan! 

— Respira, vamos. —pide sujetándome la nuca de lado para escupir el agua. Lo hago. Saco toda el agua que puedo y vuelvo tocer, tomar aire y tocer otravez. La sensación de alivio vuelve a mí y sin poder evitarlo, rompo a llorar. Él me suelta la nuca y se queda frente a mí.

 

—Oye, ya estás bien, tranquila. —pide asustado y sin tocarme.

Niego con la cabeza y me incorporo. Una vez de pié su mirada es más confundida que antes.

—Tienes que irte ahora. —le ruego.

— ¿Qué? —pregunta incrédulo.

La desesperación me invade cuando mi piel arde de nuevo. ¡Aaron sigue aquí! —Solo vete, ¡Rápido! —grito limpiándome las lágrimas.

Él hace una mueca con el ceño fruncido y se levanta. Se para frente a mí y me mira fijamente.

—Estabas ahí abajo ahogándote y yo te salvé. Creo que hay otras formas de agradecer eso. —reprende indignado.

—Tú no lo entien...

Demasiado tarde. Mi voz se corta cuando veo a Aaron entrar al lugar de nuevo, pero ahora no está solo. Un hombre que no reconozco y mi hermano Johnny lo acompañan.

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Maratón 2/3

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