Recargada en el lavamanos de mi baño y después de haber leído las instrucciones una y otra vez, las dos píldoras pasan por mi garganta y bebo agua hasta que considero es suficiente. Me observo a mí misma a través del espejo y pienso en las consecuencias que estar embarazada me traería.
Tengo 17 años y mis padres no tienen ni la menor idea de que Justin ha vuelto. Espero que funcionen, le digo a la caja vacía y la tiro al bote de basura. Suspiro. Salgo del baño y doy un brinco de susto al ver a mi madre parada enmedio de mi habitación.
—Mamá, me asustaste.
— ¿Qué es esto? —pregunta mostrándome un pedazo de papel. Mierda... es la receta que me dió la doctora sobre cómo tomar las píldoras y los síntomas posteriores. ¿Cuándo se me cayó? el silencio y su mirada penetrante me ponen nerviosa.
—Las compré por si algún día las necesito. —miento.
—¡Soy tu madre, llevas media hora en el baño, no te atrevas a mentirme Meredith! —grita.
Cierro los ojos con fuerza, y antes de que pueda abrir la boca de nuevo, mi madre pasa empujándome a mi lado y entra en el baño. Se dirige al basurero y corro para detenerla.
—¡Deja mis cosas! —me altero tremendamente, pero no me escucha. No le toma ni cinco segundos encontrar lo que busca, y con un jadeo de sorpresa voltea a verme mientras sostiene la caja vacía de las píldoras.
Sus ojos se cristalizan inmediatamente y me niego a seguir mirándola. Me doy la vuelta para salir del cuarto pero me sujeta con fuerza del brazo para detenerme.
—No te vas a ningún lado hasta que hables. —me reprende.
Un amenazante nudo aparece en mi garganta. No puedo decirle que Justin volvió, ella y papá consideran que por su culpa mi hermano Johnny desapareció y tuvimos todos los problemas inexplicables de antes. Incluso aunque ninguno podía entender y saber los motivos verdaderos de todo, me advirtieron que si volvía a verlo alguna vez lo encarcelarían y a mí me llevarían a un Internado. Así de horrible me amenazaron y me es imposible no recordarlo, así que opto por mentir:
—Fue un accidente, mamá. —susurro enfrentándola—. Ayer en la fiesta de San Valentín me acosté con un chico de mi clase, no pensé que las cosas fueran a...
Me voltea la cara de una bofetada. Fuerte, directa, llena de coraje. Contraigo mi cara de dolor y mis ojos se llenan de lágrimas.
—¡Desgraciada! —grita con rencor— ¡Eres una sinvergüenza! ¿Cómo pudiste?
En ese momento las lágrimas resbalan por mis mejillas pero no puedo hablar. Mi iPhone suena desde mi cama y antes de que pueda ir por el, mamá se me adelanta y lo alcanza. Ve el nombre en la pantalla y su boca se abre.
— ¿Justin? —pregunta con un hilo de voz.
Es ahí cuando todo se arruina. Tengo la foto de él al llamarme y no hay manera de que pueda mentir. Me quedo paralizada y me cubro la cara mientras lloro, pero ella no se detiene.
—¡¡¡DIME POR QUÉ ESTE HIJO DE PUTA ESTÁ LLAMÁNDOTE!!!
—¡Justin no es ningún hijo de puta! —grito con la mirada nublada en lágrimas.
En ese momento la puerta de mi cuarto se abre y entra mi padre con expresión de susto.
— ¿Qué demonios son todos esos gritos? —pregunta exaltado.
Mamá y yo nos miramos y el celular deja de sonar.
—Pregúntaselo a tu hija, Arthur. Ella te lo explicará muy bien. —habla mamá.